Revista Libros

Elegía

Publicado el 24 septiembre 2010 por Santosdominguez @LecturaLectores
Elegía
Mary Jo Bang.
Elegía.
Edición bilingüe.
Traducción y prólogo de Jaime Priede.
Poesía Bartleby. Madrid, 2010.
El 15 de junio de 2004, a los 37 años y de una sobredosis, moría Michael Donner Van Hook. Desde entonces, durante un año, Mary Jo Bang, su madre, escribió los poemas de esta Elegía que acaba de publicar Bartleby.
Qué es la elegía sino el intento
de resucitar vida

en lo que una vez fue el que se ha ido.

Entre el recuerdo de la infancia y la experiencia del tanatorio, desde una ciudad metálica y fría, con cristales y herrumbre, los poemas de Elegía expresan la atormentada aritmética /del uno menos uno.
Alejado de la resignación y del consuelo, este libro duele. Es una herida que no acaba de cerrarse. /.../ Cada uno de estos poemas es un abismo, señala Jaime Priede en el prólogo que ha puesto al frente de su traducción.
Una elegía que atraviesa los meses y el espacio del desamparo que une a los vivos y a los muertos con el dolor del recuerdo y el sentimiento de culpa, como en esta Oda a la historia:
Si no se hubiera acostado con aquel chico
hace todos esos años, dónde estarían, se pregunta.
Ella y el hijo que no habría existido y que ya

no existía. No sabría nada
de la maternidad. No sabría nada

de la muerte. No sabría nada

del amor. Esas tres cosas que se le concedían
para recordar. Despiértame, por favor, dijo ella,
cuando esta vida termine. Mírala: es como si
las ventanas de la noche estuvieran cosidas a sus ojos.
En el tono menor que practica la poesía norteamericana del último medio siglo, los textos de esta Elegía hablan en voz baja, no lloran, susurran sin gesticulaciones y evitan la lágrima fácil:
Pero se acabó el hablar
en voz alta. Sólo excavación

para encontrar lo antiguo.

Equidistantes de la resignación y de la melancolía que se recrea en su propio vacío y en la ausencia, el centro de estos poemas es un dolor objetivo que se desprende progresivamente de la primera persona para distanciarse de una sentimentalidad ensimismada.
La pérdida de alguien que en el borde del abismo se convirtió de repente en el abismo se transforma así en motivo de reflexión y de lucidez y el dolor se transfigura en un factor de crecimiento.
Santos Domínguez

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