Al amo del animal
(y animal él mismo).
¿De quién es la soledad?
¿A quién toca el desamparo?
¿Es lo solo el animal
o es el animal lo solo?
¿Y qué pasa con el amo
(que también es animal)?
¿Quién es más desamparado?
Dice García Valdés,
poeta que se llama Olvido,
que es el gato soledad.
¿Y qué pasa con el amo
(que también es animal)?
Hoy se nos ha ido Popota,
con su porte de princesa
y su extraño orgullo de personaje de novela.
(Eso fue justo antes de que se acabaran las cervezas).
Popota fue una gran arañadora de muebles
y una infatigable transmisora de alergias.
Fue ejemplar en este mundo.
Y por esa razón sabemos
que se ha ido al cielo de los suyos.
La hemos acompañado en su último tránsito
manejando el azadón
como remo de barquero.
(Eso fue justo después de que nos acabáramos el café).
Y por esa razón sabemos
que el cielo de los suyos
está justo entre el tubo del riego
y el cierre de hormigón.
Es bueno saber que
a pesar de todo
tenemos el cielo tan cerca de casa.
Desde esta orilla
la hemos despedido diciendo simplemente:
Adiós Popota, que el viaje te sea leve.
Y esa ha sido toda nuestra oración.
Y por esa razón sabemos
que allá en su nuevo hogar,
celeste y ocre al mismo tiempo tiempo,
conservará su extraño orgullo de personaje de novela rusa
y su elegante porte de princesa de su propio pueblo.
¿Qué más se puede pedir?
Pero dice García Valdés,
poeta que se llama Olvido,
que es el gato soledad.
Y por esa razón sospechamos
que allá en el cielo de los suyos,
justo entre el tubo del riego y el cierre de hormigón,
Popota seguirá siendo lo solo
y lo solo seguirá siendo Popota.
Pero una cosa nos inquieta:
¿seguirá tan triste el dueño
(que también es animal)
que no querrá una cerveza cuando cantemos a coro?
Adiós, Popota.
Cuerpo negro
en caja idiota.
Adiós, Popota.
En el cielo de los gatos
vives ya la vida loca.
Adiós, Popota.
Cuerpo tieso
en tierra rota.
¡Popota, Popota!