
El testimonio de una práctica rupestre, pintura sobre roca, realizada por los hombres del Paleolítico Superior, intenta mantener vivo el contenido de la imagen artística aplicando repintes a las mismas para hacer perdurar el carácter mágico de las representaciones.
Para estas pinturas solían elegir espacios íntimos, generalmente cuevas, donde aislaban sus representaciones pictóricas a modo de santuarios. Eran grupos de personas nómadas que pintaban bisontes u otros animales para poder tener éxito en la caza, relacionando así, el carácter mágico simbólico con la apropiación. De esta manera, podría decirse que aunque sus objetivos eran claros, los mismos, tenían más que ver con procesos mentales intuitivos que con los razonamientos deductivos de la inteligencia.
Tal individuo, pintaba de memoria utilizando, la interiorización de las percepciones y movimientos del animal, bajo la forma de imágenes representadas.
La intuición sigue los caminos de la emoción presentándose frecuentemente, como reacciones emotivas repentinas ante determinados sucesos, y recurre a la información de experiencias previas almacenadas en el haber cotidiano de nuestra memoria.
En esta expresión primitiva se liberan dominios de Arte que conducen a analogías mentales con la creatividad.
Arte visualiza como un todo, y en este punto, se referencia la composición de la imagen, en la contemplación y percepción de un instante, un movimiento del bisonte que bien pudiera compararse con una fotografía.
Es decir, ante la realidad de nuestro entorno observado, al percibir pensamos y al razonar intuimos, luego toda observación es también invención.
Pero desde otra óptica, si atendemos a la condición mágica, hemos de considerar que puede existir una relación con lo paranormal, sin explicación racional, donde ciertas instancias de la intuición, son en el fondo calificadas, como manifestaciones de capacidades extrasensoriales.