Elizabeth Arden, magnate de los cosméticos cuyo verdadero nombre era Florence Nightingale Graham, nació en USA en 1884 y falleció en 1966. Era hija de un inmigrante escocés de modesta posición.
Educada en Canadá y nacionalizada norteamericana, era la personificación de la mujer profesional norteamericana. Se casó dos veces pero no tuvo hijos. Había estudiado enfermería pero en 1909 emigró a Nueva York, donde consiguió un empleo en el consultorio de belleza Eleanor Adair, una firma inglesa, y descubrió que tenía grandes aptitudes para el masaje facial, adoptó su nueva identidad como Elisabeth Arden, pidió un préstamo a su hermano y abrió su propio salón en la Quinta Avenida neoyorquina en 1912. Contrató jóvenes químicos y los alentó para que investigaran en la creación de nuevos cosméticos. El éxito fue apabullante e imparable.
Su primer producto consistió en una pequeña gama de cremas y lociones; cuando murió, dirigía un imperio que fabricaba 450 productos diversos en 1.500 tonos diferentes, vendidos en todo el mundo. Levantó su empresa con la teoría de que el ejercicio, la dieta, el masaje y la buena postura eran esenciales para la belleza. Solía levantarse temprano, comía frugalmente y trabajaba a un ritmo frenético.
Arden fue pionera en una industria atrasada y antihigiénica que convirtió en un sector próspero y moderno, y en una verdadera contribución a la felicidad humana.