Isabelle Huppert encarna a la perfección a la Michèle que Philippe Djian imaginó en su exitosa novela “Oh…”, y que Paul Verhoeven convirtió en Ella cuatro años después de la publicación del libro original. Personajes como Jeanne en La ceremonia, Erika en La profesora de piano, Hélène en Mi madre le dieron a la actriz francesa la experiencia necesaria para componer con comodidad, sin caer en la trampa serial, a terribles infractoras de la moral burguesa.
En esta entrevista concedida a Allo Cine, el escritor parisino contó que la mismísima Isabelle le pidió interpretar el rol de la empresaria seductora, y que él aceptó encantado porque había pensado en ella cuando escribió la novela. La revelación sorprende poco a los espectadores que también reconocemos en Madame Leblanc una pizca de las mujeres menos perturbadas y más simpáticas que la niña mimada de Claude Chabrol, Michael Haneke, Hong SangSoo interpretó en El porvenir, En otro país, Mi peor pesadilla, Villa Amalia, La comedia del poder, 8 mujeres, No va más.
Según la misma entrevista, Huppert también maniobró para que Verhoeven dirigiera la adaptación cinematográfica de Oh… Por lo visto, además de lucirse en escena, la actriz sabe conformar sociedades creativas fecundas.
En su paso por festivales y entregas de premio, Elle terminó cosechando más nominaciones que premios. Como algunos críticos, los jurados de esos eventos celebran la incorrección política sólo hasta cierto punto. En este caso, el límite radica en la irreverencia con la que Michéle enfrenta la agresión sexual de la que es objeto (atención al uso de este sustantivo en lugar del más mediático y por lo tanto acostumbrado: víctima).
Tal vez como el libro de Djian, el film de Verhoeven propone una ponencia distinta de -acaso opuesta a- aquélla que Gaspar Noé desarrolló década y media atrás en esta película sobre la naturaleza irreversible de la violencia. La comparación entre ambos largometrajes sugiere, entre otras cosas, que el humor puede desestabilizar tanto o más que la brutalidad.
Al margen del análisis estrictamente cinematográfico, Elle invita a pensar en la relación entre violencia, placer, entretenimiento (en este punto vale adelantar que Michèle dirige una productora de videojuegos para adultos), y en una nueva manera de concebir el sexo: menos como alternativa de vinculación con otro ser humano que como bien de consumo.