Cuando se ve acorralada sufre un ataque y arremete contra quien se atreve a cruzar el suelo recién fregado. Desde su garito observa a quienes entran y salen, controla cada movimiento. Pasa y repasa la escoba aunque el piso esté como los chorros del oro; barriendo para sí el beneficio; su casa mientras sin barrer. Disculpa sus fallos acumulando favores, si las cosas le van bien no se pronuncia.
Habla tímidamente, con fingida humildad y muy flojito. Usa argucias para enterarse de lo que sucede. No tiene opinión pero cuenta comidillas calificando los hechos sin ninguna reserva y con exagerada contundencia. Es desconsiderada sin dar lugar a la duda y sus verdades son como "templos".
En la entrada hay un espejo de estilo art-nouveau. Si se mira lo hace de reojo para que no se le escape quién pasa sin ningún disimulo.
No usa cofia, ni delantal, tampoco se arrodilla para fregar. Aún sigue habiendo porteras y no siempre están en los portales de los edificios.
Texto: Carmen Martínez Marín