Revista Comunicación

elogio a la clase media

Publicado el 12 abril 2012 por Libretachatarra
Hace un par de semanas, un amigo en Facebook subió un “Poema a la clase media”, atribuido a don Mario Benedetti. La sucesión de contactos que suscribieron, fervorosamente, el mensaje del poema, me hizo reflexionar sobre cierto modo en el que opera la psiquis del progre promedio argentino, reflexiones que son motivo de este post. Primero, para saber de que hablamos, transcribimos el poema en cuestión:
Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande
Desde el medio
mira medio mal
a los negritos
a los ricos
a los sabios
a los locos
a los pobres
Si escucha a un Hitler
medio le gusta
y si habla un Che
medio también
En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae
(a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida)
sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan
(medio en las sombras)
a veces, sólo a veces, se da cuenta
(medio tarde)
de que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina
Así, medio rabiosa
se lamenta
(a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza
a entender
ni medio.
Confieso que, en la primer lectura, me dije “No es el poema más feliz de don Mario”. No soy un experto en la obra de Benedetti, pero, como en el caso de “Instantes”, el supuesto poema de Borges que hubiera hecho vomitar a nuestro máximo escritor, me parecía raro que esa torpeza rimada perteneciera al poeta uruguayo. Pero bueno... a veces se publican cosas que uno guardó en el fondo del cajón, ideas sin pulir que los herederos sacan a la luz cuando ya no estamos para impedirlos.
Pero buceando por Internet, encontramos que es otro caso de autoría infundada. El poema pertenece a Daniel Cézare quien (¿será él u otro ciberautor trucho?), en alguna página que reproduce el poema, interviene en un comentario diciendo que lo compuso, con indignación, en la noche del cacelorazo por la Resolución 125.
Justamente, en esos días que mi amigo en Facebook subía este poema a su perfil, Lula declaraba a la prensa que había superado su cáncer de laringe y confirmaba su regreso a la política brasileña con estas palabras:
"Voy a regresar a la vida política porque creo que Brasil tiene que continuar creciendo, desarrollándose, generando empleo, mejorando la vida de millones y millones de brasileños que consiguieron llegar a ser clase media y no quieren regresar atrás, y la de aquéllos que sueñan con llegar a la clase media".
No deja de llamar la atención el contraste entre nuestro autodenominado progresismo y la izquierda de nuestros hermanos brasileños.
Hubo un tiempo en el que estábamos orgullosos de ser uno de los países con mayor proporción de clase media en Latinoamérica. Hoy, los comparamos con los nazis, los tildamos de racistas, de estúpidos, de snobs, de ignorantes. (Algún iluminado de la izquierda nacional se vanagloriaba hace un tiempo de que los argentinos, luego de la crisis económica, nos habíamos dado cuenta de que éramos un país latinoamericano y no europeo. Claro, con la destrucción de la clase media y la extensión de la desigualdad y la pobreza. Para festejarlo, batan palmas.)
Los progresistas como Lula, en cambio, luchan porque cada vez haya más personas que puedan incorporarse a la clase media. Generalmente, una buena proporción de clase media en la sociedad es un buen reaseguro para contar con políticas moderadas, sistemas democráticos estables, sin giros ideológicos extremos. Sociedades que evolucionan, un poco a la derecha, un poco a la izquierda, según como soplen los vientos, pero integrando más y más personas que ven mejorar su calidad de vida, por lo que están menos propensos a aventuras políticas que podrían arrasar con todo lo trabajosamente logrado. Es cierto, son más conservadores y menos permeables a los cambios. Pero, una vez que éstos son establecidos, quedan sólidamente incorporados a la sociedad.
No es tan romántico como la revolución, por supuesto. Es una tarea casi artesanal que exige perseverancia, paciencia, moderación y el compromiso intergeneracional que es, en sí mismo, un acto de fe. Fe de que nuestros hijos terminarán lo que hemos empezado. Admito: no es tan cool como el olor a pólvora y la sangre chorreando en el piso.
Hay algo muy discriminador, un prejuicio que suele tener el intelectual de izquierda argentino contra la clase media que, en alguna charla de café, intenté identificar. Creo que la clave está en que la generación del '70 fueron los hijos de los papis de clase media que bancaron los estudios para que pudieran llenarse la boca con la palabra “revolución” en los claustros universitarios. Habían leído a los progres del momento para saber que la violencia es la partera de la historia y que la violencia de arriba engendra la violencia de abajo y que, como el pueblo no tenía conciencia de clase, había que hacer la revolución por ellos que ya iban a agradecer cuando se dieran cuenta de cómo habían cambiado al mundo cuando tomaran el poder.
Seguramente, no habían leído lo suficiente a Freud para entender que hay ciertos heroísmos cotidianos de nuestros padres que sólo logramos comprender cuando nos ponen a nuestros propios hijos en los brazos y, con una palmadita en el hombro, nos dicen que, de ahí en adelante, la responsabilidad es toda nuestra.
Habría que investigarlo más. Pero tiro la hipótesis para futuros estudios: el snobismo del intelectual de izquierda argentino esconde su vergonzante condición de base de ser los nenes de papá de clase media.
Hoy que la pobreza ha dejado paso a la miseria y que la tentación autoritaria se campea en el discurso del progresismo criollo, no deja de maravillarme que, acá nomás, los que fueron lustrabotas en las calles de San Pablo y perdieron parte de algún dedo en una prensa metalúrgica, en cambio, no tienen ninguna vergüenza de confesar su sueño: llegar a ser clase media.

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LOS COMENTARIOS (1)

Por  Maria
publicado el 13 abril a las 14:24
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Qué desperdicio de palabras! Que manera de bardear sin ton ni son sobre un magnífico poema que no alcanzás a comprender y no tenés la valentía de aceptar como autocrítica! Cuanta ignorancia disfrazada de buenas intenciones como acostumbra tu venerada clase media!