Revista Opinión
Cuando alguien está con los de abajo se gana el odio de los de arriba. Hugo Rafael Chávez Frías nunca dudó con quienes quería estar, y eso fue un atrevimiento que jamás le perdonaron. Chávez, igual que todos los humanos, cometió errores, pero nunca le faltó el valor. Un valor que le llevó por todas partes a denunciar, con su particular estilo, todo aquello que para él era injusto. Aquellos que buscaban desprestigiarle decían que era un tipo soez, pero su discurso conseguía representar la dureza de una realidad que había dejado fuera a los pobres. En ese momento, los desposeídos del mundo habían encontrado en El Comandante, a alguien capaz de escupir dosis de realidad en la cara de todos aquellos, cuyo corazón había sido ennegrecido por la avaricia. Siempre perdurará en la memoria de todos cuando dijo: “Aquí huele a azufre”.
El establishment, en cambio, no espera de un presidente que dé voz a los que no la tienen, sino que éstos sean el brazo ejecutor de sus intereses en cada Estado. En este sentido, Rajoy, Zapatero, Merkel u Obama, por poner solo unos ejemplos, son mandatarios dóciles que agradan al sistema. Sin embargo, Chávez no era así, él era indomable y eso rompió moldes. El sistema reaccionó y, para que todo volviera a ser como antes, buscaron derrocarlo con un golpe de Estado en el 2002, aunque no lo consiguieron. Lo más admirable es que el pueblo tuvo un papel protagonista en el fracaso del golpe. Ante semejante gesta popular, el sentido común nos dice “algo bueno tendrá que haber hecho Chávez”. En la Organización de Naciones Unidas lo sabían, por eso en 2010 el presidente de la Asamblea General de la ONU declaró: “Quiero resaltar los logros de este Gobierno bajo el presidente (Hugo) Chávez, esto es un orgullo para uno de los países del tercer mundo, bien sea un país árabe o en América Latina”. Venezuela cumplía con las conocidas Metas del Milenio (un logro nada desdeñable), pero la prensa se cebaba con su presidente.
Se le acusó de cerrar medios, como por ejemplo RCTV. Ahora bien, ya se cuidan de no airear demasiado que este canal participó activamente en el golpe de 2002 (hecho incluso reconocido por Reporteros sin Fronteras). A pesar de ello, el Gobierno no le quitó la licencia de emisión inmediatamente, sino que espero que ésta terminara, y solo entonces decidió no renovársela; lo que no impide que RCTV continúe emitiendo por Internet. Asimismo, también se alude constantemente a que la democracia en Venezuela se encuentra en peligro, una acusación tan absurda que bastan pocas palabras para desmentirla. En primer lugar, la transparencia de las elecciones en Venezuela, está confirmada por numerosos observadores internacionales, como los que en 2006 se desplegaron en Venezuela por parte de la Organización de Estados Americanos, de la Unión Europea y del Centro Carter. De la misma manera, y como mandan los cánones, las reformas constitucionales que se acometieron fueron aprobadas en referéndum. Además, Chávez ha sido el único presidente que se ha sometido a un referéndum revocatorio. Por todo esto, el sistema político venezolano no solo es perfectamente homologable al resto de regimenes representativos occidentales, sino que objetivamente los supera.
Ahora, con Chávez en la memoria, los autodenominados analistas políticos y también el ministro de justicia español, Alberto Ruiz-Gallardón, especulan con la posibilidad de que el régimen venezolano al ser (según ellos) de carácter personalista no podrá continuar sin Chávez. Su eurocentrismo parece que les impide ver que no en todas partes del mundo se usan las mismas estrategias políticas, y que para que un régimen sea personalista hace falta algo más que carteles de su presidente por la calle. Aún así, me gustaría recordarles, aunque ello pueda desilusionarles, que cuando murió Lenin, cuya importancia en el proyecto soviético es incuestionable, la Unión Soviética continuó todavía más de 60 años. Por último, conviene hacer referencia a la sospecha del envenenamiento. No es, en absoluto, algo tan descabellado. Observemos las siguientes cuestiones: ¿existen los medios para ello?, ¿hay razones que puedan motivarlo? La respuesta a ambas preguntas, desgraciadamente, es que sí. De modo que, de la misma manera que existen serias dudas sobre la muerte de Arafat, no es disparatado que, al menos, se planteen sobre Chávez.
Esto solo han sido palabras, palabras destinadas a un gran hombre que pasará a la Historia, por más que les pese a algunos. Una persona que se preocupó, que amó, que se equivocaba a veces, por supuesto, pero cuya honestidad nunca se podrá poner en duda. ¡Hasta siempre comandante!
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