Recién, Raúl Castro ha terminado su discurso ante el “parlamento” cubano esta mañana del 20 de diciembre de 2014. Para los conocedores de la lógica de los hermanos Castro –en este más de medio siglo que se instauraron en el poder– no logran sus palabras la menor sorpresa. Han sido como la Segunda Declaración de la Habana y la reafirmación de su “carácter socialista”.
En el ánimo del presidente Barak Obama, su exceso de emoción y seguridad –al ser un convencido de que ejerce lo más apropiado al bienestar del pueblo cubano y –lo más significativo, por supuesto y ante todo– que es lo más conveniente para los Estados Unidos (por muchas razones que no vamos a explicar en este post), para el régimen, no es más que prepotencia, arrogancia y desestimación. Sus palabras insultaron y asustaron a los comunistas por lo que exigían una respuesta contundente. Imagino el agravio de Fidel Castro al escucharlo. Los improperios que habrá proferido por interpretarlo como insolencia de Obama.
Simplemente, las palabras del dictador dan traste a los sueños de Obama, que disfruta la oportunidad única y sin precedente que le brinda, y que apenas horas después, ya le confirman lo que parte de la disidencia le ha advertido: mientras más fuerza tomen los Castro, más recrudecerán las violaciones de los derechos humanos, porque un sistema totalitario es antónimo al desarrollo del pensamiento individual.En el discurso, si el General Castro tocó el tema de la disidencia, fue para tildarnos de “mercenarios a las órdenes de los Estados Unidos. Decirme eso a mí, que jamás he entrado el edificio de la SINA, salvo en al año 2000 que entré al área común de la planta baja para recoger mi visa, en mi primer viaje cultural al norte, es de un descaro mayúsculo. A partir de esa vez me la otorgaron sin presentarme físicamente. Por otro lado, jamás he recibido dinero, menos instrucción de carácter político. Nunca he tenido delante a un funcionario que represente al gobierno de los Estados Unidos. Si he tenido dos culpas desde mi ingreso a la disidencia: el sufrimiento causado a mis seres queridos, y el desgaste económico a mi hermana Mary y de los amigos más allegados. Sin embargo, me acusan de “mercenario”, yo que renuncié a las dádivas del gobierno que, por destaque literario, otros con menos, viven como príncipes pegados a la teta del dictador.
No hay que dejarse confundir. Si Raúl Castro dijo en su discurso inicial donde anunciaba el intercambio de presos “debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”, esas son palabras manipuladoras, y solo para que las asuma el presidente Obama. A Cuba no le sirve esa frase porque sería ceder terreno, como es el caso de respetar los derechos humanos. La mente de los Castro es de “megapensamiento”, proyectos a niveles de gobiernos de Cuba y Estados Unidos; jamás esa “microcomprension” con los que anhelamos que nos sea aceptado –al menos como principio– nuestro pensar diferente.
El gran regalo con la respuesta de Castro es que nos encontramos al principio y que de nada sirven ni servirán las negociaciones con los Castro. Ojalá sirva para que Obama escuche y confíe en la oposición.
Ángel Santiesteban-Prats
Diciembre de 2014. Prisión Unidad de Guardafronteras Jaimanitas, La Habana.