Leyendo el mensaje de un chica que me pedía consejo sobre si debía o no quedarse embarazada, a pesar de que su nefrólogo se lo desaconsejaba, he pensado en escribir mi experiencia.
Esta chica comentaba que su marido y ella estaban deseando con locura tener un hijo y que lo habían pensando mucho, pero que a pesar de poner en riesgo su vida, habían decidido tenerlo.
Lo primero que quiero decir es que si a mi me hubieran dicho que no lo intentase porque ponía en riesgo mi vida o la duración de mi riñón, hubiera hecho caso a los médicos... mi vida y mi trasplante ante todo.
También hay que tener en cuenta que muchas mujeres trasplantadas tienen hijos y que todo les va estupendamente. Depende de la persona, el funcionamiento del riñón y de si se padecen o no otras patologías que influyan en el embarazo.
Y ahora paso a relataros mi experiencia.
Hace ya algunos años, tenía yo 32, trasplantada desde hacía 6 y con una función renal perfecta, decidí, junto a mi marido comentar a los nefrólogos mi decisión de tener un bebé.
A ellos no les pareció mal, aunque me comentaron que debía pedir cita con el ginecólogo y posteriormente de nuevo cita con ellos para los pasos previos (análisis, citología, cambios de medicación...). También me comentaron que tuviera en cuenta que era un embarazo de riesgo, sobre todo siendo hipertensa, aunque normotensa con medicación.
Yo creía que iba a tardar mucho en quedarme embarazada porque debido a los tratamientos inmunosupresores y demás medicamentos no era muy regular en mis periodos. Pero... "caí" al primer mes de intentarlo.
A partir de entonces, las visitas al ginecólogo y al nefrólogo fueron intensivas, cada 15 días. Todo iba perfecto, sin síntomas, el riñón iba estupendo y yo estaba emocionadísima.
Pero cuando estaba a punto de cumplir el cuarto mes de embarazo, la tensión empezó a subir un poco, no demasiado, además tenía alguna pérdida que me hizo acudir a urgencias un par de veces. Los médicos intensificaron la vigilancia debido al riesgo de preeclampsia*
Una noche, cuando estaba de cuatro meses y medio, mientras estábamos cenando, comencé a sentir dolor, al principio no lo relacioné, pero a medida que iban subiendo comprendí que estaba teniendo contracciones.
Salimos disparados hacia el hospital; los dolores cada vez eran más fuertes. Cuando llegamos, me hicieron pasar rápidamente, me ordenaron desvestirme, ponerme una bata de hospital y subirme al "potro". Yo, como pude, hice lo que me pedían, casi sin pensar, cuando de pronto... antes de poder subirme a la camilla, rompí aguas.
La enfermera o médico (no lo recuerdo muy bien, estaba confundida y muy dolorida) me ayudó a subirme y me dijo que ya no podía hacer otra cosa que tener el bebé. Que si no hubiera roto aguas, me hubieran dado medicamentos para parar las contracciones.
Así que ya me veis a mí, empujando (sin anestesia ni "na") y teniendo una cosita de menos de medio kilo. Nació vivo, pero aguantó muy poquito (no lo sé exactamente).
Después de esa experiencia, los nefrólogos me desaconsejaron volver a intentarlo, sobre todo por la tensión. Al principio me pesó mucho, fue algo dramático y muy triste, pero poco a poco, me convencí de que debía pensar en mí y en ese riñón que debía cuidar como un tesoro. Y eso hice, y eso hago.
Desde mi experiencia, aconsejaría a aquellas mujeres con enfermedad renal y que quieran tener un hijo, que se lo piensen mucho, que consulten con el nefrólogo y que si ellos lo desaconsejan y opinan que peligra el riñón o incluso la vida, que valoren ese riñón que han recibido y que merece la pena conservar. Que piensen que su vida es única y que existen otras alternativas para ser madres si el deseo es muy intenso.
*La preclampsia se presenta cuando una mujer en embarazo desarrolla hipertensión arterial y proteína en la orina después de la semana 20 (finales del segundo trimestre o tercer trimestre) de gestación