Puede parecer poca cosa, pero en realidad no lo es. Quizá nos hemos acostumbrado a ver pasearse, por la superficie de nuestro vecino, a ingenios desarrollados por congéneres nuestros. Un simple vistazo al sistema de aterrizaje que ha usado Curiosity pone de relieve que no ha sido, ni de lejos, como las otras veces.
Pero más allá de la tecnología, más allá de la ciencia, más allá del conocimiento que nos vaya a brindar Curiosity la hazaña tiene otros aspectos que también son importantes. No sé cuantas veces habré escuchado eso de que la ciencia es fría, desapasionada, estos adjetivos se esgrimen con la intención de quitarle valor a la empresa científica, como si la ciencia estuviera reñida con el amor o la capacidad de asombro. Nada más lejos de la realidad. Que la ciencia sea una actividad racional, que no acepte las ideas nuevas por el mero hecho de serlo, o porque simplemente nos gustan, no implica que la ciencia sea una actividad que no se pueda hacer con pasión. Con pasión se pueden buscar pruebas, también se puede debatir con pasión, te puedes emocionar ante el resultado de unas frías ecuaciones porque demuestran aquello que sospechabas desde hace tiempo, puedes llorar de emoción al ver que un experimento demuestra que tus ideas expuestas hace décadas, son correctas, como le ha pasado al bueno de Peter Higgs hace unas semanas.
La ciencia demanda que a la hora de buscar el conocimiento no interfieran nuestras pasiones, esto es así porque que queremos saber cómo son las cosas y por ello debemos ser cautos, serán los experimentos y las demostraciones las que guíen por donde se debe ir, no nuestras pasiones. Pero aquí no acaba todo, pues la ciencia es generosa y nos paga el esfuerzo despertando en nosotros: la pasión, el deseo de asombro, el gozo ante lo increíble y todo ello lo hace con sus resultados y sus logros. Las leyes de Newton son unas frías ecuaciones, pero a todos se nos ponen los pelos de punta cuando vemos a los astronautas pasearse por la superficie lunar, esto no habría sido posible sin dichas ecuaciones. Podemos pensar también en lo felices que nos ponemos cuando la ciencia médica consigue salvar vidas.
La ciencia es fría y aburrida, un mantra que se repite en demasía, pero los hechos parecen mostrar que no es así. La llegada de Curiosity a Marte nos muestra como la ciencia puede emocionarnos. Mientras se retransmitía la llegada de Curiosity a Marte, una multitud se ha congregado en Times Square para seguir el evento: Según parece, esta multitud en un momento determinado ha empezado a corear: Science!, Science!, Science! No era un evento deportivo, no era un cantante, no era algún otro famoso, se coreaba a la ciencia. Desde aquí, en la distancia y a destiempo, con los ojos humedecidos, me uno a esa multitud y coreo con ellos Science!, Science!, Science! ¿Por qué? Porque la ciencia convierte nuestros sueños en realidad, y ahora más que nunca necesitamos soñar.