Un artículo original de Toni Bentley para el New York Times, publicado el 19 de julio de 2012. Lo aprovecho porque ayer fue el aniversario del nacimiento de George Balanchine, el 22 de enero de 1904.
Emparentada, por devoción a Balanchine
El 22 de enero recibí un email de una dirección desconocida sin un sujeto de email. Abrí el email. no había texto, sólo un link. Peligroso. Ese momento es como comprar un ticket de lotería cuando sabes que no vas a ganar, pero, el paradójico deseo de procastinar y de la esperar algo se convierte en una fuerza irresistible. Hice click.
Me llevó a youtube, y mientras el video se cargaba, estaba a punto de cerrarlo cuando la simpática ”Humoresque” de Dvorák (Op.101, N0.7) comenzó, sus alegres notas saltando en mis auriculares. Durante los siguientes 3 minutos 22 segundos, fui empujado a una secuencia lírica de imágenes en blanco y negro de George Balanchine expandiéndose levemente. Comenzando, por imágenes suyas de su juventud, hasta su último saludo en escena. Era su cumpleaños. Hubiera cumplido 108 años. Y, puesto que nos dijo, ‘Soy georgiano, y vivimos eternamente’, aún debería estar aquí. Pero murió en 1983, con apenas 79 años.
Pasé mi juventud en el mundo de Balanchine, entrenando siete años en su escuela del American Ballet, y luego bailando para él durante sus últimos años de vida en el New York City Ballet. Hacía casi 30 años que todos besamos su frente en su féretro abierto, pero su presencia, para aquellos que le conocimos aunque fuera poco tiempo parece haber crecido, convirtiéndose no sólo en omnipresente, pero , incluso, penetrante. Él fue, después de todo, lo más grande que nos ocurrió a cualquiera de nosotros.
A los veinte segundos del libro, mis ojos se abrieron con la imagen el hombre joven con bombín , botas altas y espuelas, de pie junto a un caballo, sujetando las riendas, sus dos delgadas piernas entre las cuatro del caballo, seis piernas preparadas. Ah, ¡como Balanchine, el consumado yockey- el toque ligero con fuerza de hierro- sujetaba nuestras riendas!. Pero no nos frenaba, nos animaba.
Este retrato de Balanchine fue realizado por alguien que vió su belleza profundamente, su belleza de fuera de este mundo, su arte trascendente pero, más inusualmente, su belleza humana, tan singular. El vídeo se concentra en su cara, una mezcla de gracia esculpida y dignidad solitaria, sus líneas cortadas tan precisamente, tan limpiamente, que es un caso raro en el que la cara de un artista refleja su arte.
¿Quién se acordó de su cumpleaños? ¿Quién hizo este pequeño tesoro?. Salieron los créditos: ‘Con amor y respeto de Tamara G. Pkhakadze 22-1-2012′,
Fui a google para ver quién era esta Tamara G. Pkhakadze. La encontré, por supuesto, en Facebook. Le envié un mensaje de agradecimiento.
Tamara tiene hoy 13 años- tenía 12 cuando hizo el vídeo , es hija única y vive con sus padres en Tbilisi, Georgia, un sitio curioso, ya que el padre de Balanchine era también de Tbilisi, y que Balanchine gustaba decirse georgiano, no ruso (de ahí viene la famosa frase).
La búsqueda se estrechó: la joven Tamara recibió su nombre por Tamara Toumanova, una de las famosas ‘baby ballerinas’ elegidas por Balanchine en el Paris de los años 30. Toumanova era la prima hermana del abuelo del padre de Tamara. Así que la joven Tamara llega a Balanchine a través de su familia. Y la ‘g’ del medio es de, George. Imagínense.
Me enteré de esto tras contactar con su padre, George Pkhakadze, que me aseguró que fue Tamara quién hizo el montaje de youtube, y que recibió su nombre por la pariente bailarina. En el minuto 1 del video hay una foto inusual de un joven Balanchine con una pinta inusualmente traviesa y activa. Está en una piscina, probablemente en Montecarlo. Su pelo mojado un tornado mientras abraza a una brillante y joven Toumanova, coronada, no por su habitual tiara, pero por un gorro de baño de goma. Los dos ríen como niños. Él parece tan feliz. Se dice que Balanchine, 15 años mayor, quería casarse con ella, pero no podía ser. Ella tenía una madre formidable, y tenía solo 13 años cuando la eligió para bailar para él.
Toumanova nació en un tren en 1919. Tren que atravesaba velozmente Siberia desde Omsk a Harbin, en China, un sorprendente paralelo del nacimiento de Nureyev 19 años después- Los rusos, escapando siempre, naciendo en los trenes y aterrizando en la escena por derecho de nacimiento. Su madre, la princes Evgenya Toumashvili escapaba de la Revolución bolchevique desde su hogar en Georgia. El padre de la princesa Evgenya sería asesinado en sus tierras dos años después, y en 1934 su hermano fue hecho preso, durante 5 años por Stalin, mientras que su sobrino y su familia fueron exiliados a campos de refugiados en el norte de Rusia. ”Mama’, como la llamaban en el mundo del ballet, hizo bien en escapar.
De camino a China, el marido de la princesa Evgenya, el padre de Toumanova, murío de una infección, y Evgenya dio a luz sola en el coche del tren, dándole a la niña su apellido. Tras viajar a Shanghai, Cairo y varios campos de refugiados, madre e hija, junto a un segundo marido encontrado en China, terminaron en París, dónde había muchos otros émigrées rusos. Allí, en la clase de Olga Preobrajenskaya, Balanchine vió a la pequeña bailarina y la contrató para los Ballets Ruses de Monte Carlo.
Hizo muchos roles para ella, incluyendo la Chica Jóven en ‘Cotillon’ (1932), para el que llevaba una larga falda de tul con estrellas brillantes, diseñada por Christian Bérard. Nunca había brillado un traje tanto como con la dulzura de la inocencia entre la tragedia. Para su famosa, pero de corta vida, Les Ballets 1933, Balanchine hizo su primera versión de ‘Mozartina’ con Toumanova, un ballet que coreografío de nuevo en 1981, su última gran obra, precisamente, ambientada en la corte celestial. para Toumanova también hizo ‘Balustrade’ en 1941 y luego diseñó el extasiado adagio del segundo movimiento de ‘Palais de Cristal’ (‘Sinfonía en C’) de Bizet, para ella, en Paris en 1947.
”Todas estaban enamoradas de él” Dijo Toumanova años después. Balanchine, dijo, ‘era cómo el océano, todas las olas iban hacia él’.
”Lo que me dio fue el parecido al sol y a la luna. Ambos” dijo. ”Creo que veía una afinidad conmigo, con mi tristeza, con que yo fuera parte georgiana”.
Junto a su carrera en los escenarios, Toumanova dió el raro grand jeté, como Moira Shearer, al cine. Hizo ”Cortina rota’ con Hithcock y ‘Invitación al baile’ en el que enciende el cigarro de Gene Kelly con tanta sugestión que hace parecer infantil el dueto de Paul Henreid con Bette Davis en ‘Ahora, Viajero’ .
Memorablemente, Toumanova actuó junto a Gregory peck en ‘Dias de gloria’ (1944). Era así de bella.
Con Gregory Peck en ‘Días de gloria’Tamara Pkhakadze, la joven discípula, ha hecho, en el último año, unos 20 tributos así, incluido varios en homenaje a su tocalla. Estos montajes son interesantes viniendo de alguien tan jóven. No son sobre estrellas del momento, o incluso recientes, pero sobre los grandes espíritus inmortales, las misteriosas willis- Anna Pavlova, Olga Spessivtseva- del ballet del siglo XX.
Si Tamara Pkhakadze tiene unas inclinaciones culturales muy sofisticadas para su edad- casi todas las chicas de 13 años están más interesadas en Bieber que en Balanchine- , le ocurre honestamente. Su padre es un gran pintor, y sus exhibiciones en Nueva York fueron la causa de que su hija naciera en América.
Mientras hablábamos por Skype, Tamara enseña orgullosa a la cámara su pasaporte americano, la marca de águila que asegura la ciudadanía de Tamara en un país que espera visitar algún día. Se fue un mes tras su nacimiento y nunca volvió. Está preparada: su inglés es fluido, y según admitió, casi avergonzada, ”Nunca he visto un ballet de Balanchine en directo”. ”Es mi sueño”, dice sujetando un libro sobre él, claramente muy usado “Balanchine’s Ballerinas: Conversations With the Muses” de Robert Tracy.
De los libros e internet recoge las fotografías (todas de dominio público) para sus vídeos y luego las ordena en un orden especial: primero las fotografías de la infancia y familiares, luego las del trabajo y la danza. Tras elegir la música, ‘Me concentro en el ritmo y escojo las imágenes según los momentos de la música”, me escribió en un e-mail. Hace unos años, su madre le enseñó a usar Photoshop, Corel y Moviemaker, los programas que utiliza. Frecuentemente ”comenta y discute” con sus padres sobre temas de arte, según ella.
Tamara, junto a su padre. Foto: Guram TsibakhashviliSe dio cuenta hace unos años que hay pocos videos documentales de Toumanova. ”Así que, decidí hacerlo yo misma. Era una manera de hablarle a la gente sobre este gran coreógrafo, compositores y bailarinas cuyos nombres no son conocidos en la sociedad general”. Y añade, ”Soy muy alta y pesada para el ballet, estos vídeos son una manera de mantenerme cerca de este arte. Para mí el ballet es la esencia de la realeza, cómo en el Renacimiento y sus adorables mujeres de modales exquisitos”.
Quizás la frase de Balanchine sobre ser georgiano y vivir para siempre era verdad; la joven Tamara de Tbilisi- con su nacionalidad americana cómo la suya, herencia georgiana cómo la suya, y parentesco con Toumanova, una de sus primeras favoritas- lo consigue de algún modo. ¿Cómo si no una adolescente en el otro lugar del mundo, ni siquiera bailarina lo amaría y respetaría con tan sorprendente claridad?
”No podía dejar pasar su cumpleaños” escribió, ”Sin un pequeño tributo por su GRAN BELLEZA”.
¿Por qué- le pregunté por Skype- usó ‘Humoresque’ de Dvorak, un compositor que Balanchine nunca usó, cómo banda sonora del vídeo?. ”Oh, simplemente me gusta esa música” dijo. En realidad ella es una pianista de éxito, y se graduó el año pasado, con 12 años del Conservatorio de Música de Tbilisi, donde estudiaba desde los 5.
Quizá Balanchine esperara que Tamara, nacida 16 años después de su muerte, usara esta música alegre y traviesa con intervalos melancólicos para describirle. Por su tristesse compartida.