Por Enrique Nuñez Montenegro
TRAMPA #2: La empresa cubre los costos fijos de la familia
He asesorado en estos 30 años dos empresas familiares que fracasaron. Le llamo a esto “muerte anunciada”.
Una de ella había sido fundada unos 30 años atrás. Los tres hijos trabajaban en las empresas. La mujer, excelente, muy trabajadora, como una hormiga, desde temprano a cargo de la tesorería y el despacho. Los hijos, “bellísimos” ellos. Uno llegaba temprano y se encerraba en su oficina trabajando con programas de cómputo y bregando con sistemas, con impresoras que no imprimen, buscando el mejor programa de contabilidad o el punto de venta. Este tenía 45 años de edad, era el Gerente General y nunca lo vimos reunido con su gente. Su esposa llegaba a la diez con una hija y sus dos empleados, recogía su “vale” y salía de compras. El otro hijo, un impresionante vendedor, pero él llegaba pasada las diez de la mañana, recién bañado, toda la mañana la pasó en el Club jugando tenis. Siempre bronceado. Hacía algunas llamadas y a las dos salía de nuevo porque tenía que verse con sus colegas en la cafetería del club por la tarde para “hablar de negocios”.
La empresa estaba perdiendo y la mitad de la pérdida la producía los gastos familiares de los dos hijos varones.
El propietario era un gran hombre, un excelente padre y un amoroso abuelo. El valoraba los fines de semana con toda su familia, esa era su opinión.
No quería mandar a sus hijos para la casa, ni con un salario de dos mil dólares para que se entretuvieran. El señor me dijo: “Don Enrique, usted tiene razón en sus recomendaciones; pero no lo vamos a hacer caso. A mis hijos no los saco de aquí. Lo tendrá que hacer el banco”. Lamentablemente fue así, yo terminé mi proceso allí un mes después de esa última reunión. Dos años después los bancos comenzaron a embargar propiedades y luego el negocio tuvo que cerrar.
Muchas empresas familiares quiebran porque las ganancias no alcanzan para financiar el estilo de vida de toda una familia. Inicialmente, la empresa financiaba solo la familia del fundador. Era su esposa, su hipoteca y tres o más hijos. Pero ahora los hijos se casan, vienen los nietos. Algunos de ellos no son financieramente independientes, entonces la empresa tiene que “patrocinar” el presupuesto familiar de dos o tres familiares más. Es más, muchas veces hasta los mismos vehículos de los hijos y los nietos los financia la empresa.
Pocas empresas pueden aguantar esta carga.
Si la empresa debe asumir un presupuesto familiar muy grande, debe producir más ganancias para generar un flujo de caja que cubra sus propios costos fijos, sus deudas y un retiro de utilidades que financie esos gastos crecientes.
Para obtener más ganancias, pues tendrá que expandirse, administrarse mejor, buscar nuevas oportunidades, etcétera. Tendrá que hacer lo que promovemos en nuestras consultorías: “Mas Ventas, Más Ganancias, Más Riqueza”
TRAMPA #3: Los niveles de incompetencia
Es muy lamentable, pero los criterios para valorar el rendimiento de los trabajadores en una empresa -si es que existen- no son los mismos que se utilizan para medir el rendimiento de los hijos o familiares muy cercanos.
Un hijo es nombrado Gerente de una tienda y se le permite llegar a las diez de la mañana, salir antes que todos los demás o no asumir todas las funciones, todo esto que sí se le exigiría a un Gerente de tienda que no es familiar.
Es más, las especificaciones, requerimientos y debido proceso que se sigue para reclutar y seleccionar a un funcionario de una empresa, no se utiliza para nombrar a un miembro de la familia.
De pronto la hija se convierta en la Gerente Financiera, aunque no tiene la capacidad, ni los estudios, ni el interés para el puesto. Incluso a veces ni el carácter.
Un hijo es el que llevará la Logística de Importaciones porque le gusta viajar, no porque haya tenido el entrenamiento para el puesto, e incluso llega a cargar los inventarios de la empresa, afectando la liquidez y la rentabilidad, porque no tiene idea de cómo funciona. Compra y abastece porque a él le gustó la mercancía o la vendedora “estaba muy guapa”.
Perdón, pero como consultor he tenido que enfrentar muchas veces estas situaciones y he tenido que ver en peligro empresas de veinte o treinta años porque los padres en su afán de que los hijos estén en las empresas, los incorporan sin más ni más en algún puesto que les guste.
Muchos de ellos no quieren recibir órdenes, porque ellos son dueños. Es más, los mismos gerentes y jefes los tratan como dueños y no como trabajadores. Les rindes pleitesía, les ríen las gracias y las ideas de esos muchachos son siempre maravillosas.
Hace unos días me tocó pasar por la amarga experiencia de tratar de conversar con el auto-nombrado Gerente General de una empresa, bastante grande, un negocio con ventas de casi dos millones de dólares mensuales y cuatrocientos empleados. Gracias a sus berrinches y “avanzados” estudios universitarios logró que su padre le dejara la Gerencia General. Este padre que no es tan viejo le está dando la oportunidad de gerenciar y dentro de unos dos años, verá si las cosas van bien o mal. Si van mal, él asumiría el negocio nuevamente. Yo le dije: “Si es que aún existe la empresa.”. Pues bien, el glamoroso gerente con quien yo tenía que tratar un tema, no quiso levantar la mirada porque él estaba ahora en otras cosas. De todos modos, sus mismos primos dicen de él que es de esas personas que nunca te miran directamente a los ojos.
Como consultor, muchas veces tengo que ser bastante cruel con estos temas.
La buena noticia es que sí es posible pasar una empresa a la siguiente generación. Muchos de estos hijos sí tienen la capacidad y el talento necesario para tomar las riendas de la empresa. Muchos de ellos están tomando cursos universitarios, aumentando su inteligencia financiera, desarrollando habilidades gerenciales y habilidades sociales para hacerse cargo de las empresas que crearon sus padres con ese innato espíritu emprendedor que los caracteriza a todos ellos.
Cuando esos padres y esos hijos, logran trabajar sobre las fortalezas y sobre los talentos, para reconocerlos, desarrollarlos e incrementarlos para aprovechar en un área de la empresa donde pueda agregar valor, esas empresas serán mejores, más grandes y asegurarán un crecimiento sostenido.
A los hijos, les recomiendo respetar la experiencia acumulada por los padres y eso que yo menciono mucho en las conferencias: “la malicia indígena” que los hizo exitosos y prósperos.
Autor Enrique Nuñez Montenegro