Hace mucho, mucho tiempo, en otra casa en un lejano lugar, murió mi lavadora. Desde entonces, lavo a mano lo más manejable, y llevo a la lavandería lo más difícil de lavar.
Ahora vivo en lugar lleno de lavanderías. Caminando en un radio de cinco minutos a la redonda, hay siete, sin contar las que están un poco menos cerca. Pero todas son un caso. O no respetan sus horarios, o no aceptan sino varias prendas de ropa del mismo color, o lavan mal, en sus variantes: no dejar la ropa limpia, manchar con cloro o encoger la ropa.
Me ilusionó la séptima lavandería que apareció: buena imagen, y ofertas por inauguración. Pero también me ha decepcionado. Tendré que ir a explorar, fuera de la colonia, porque tengo sábanas nuevas y no se van a ir a bañar hasta que encuentre un lugar seguro para ellas.
Me pregunto: con tanta competencia, ¿no le iría muy bien a la que destacara por competente?
Silvia Parque