Siempre que buscamos el paraíso nos enviaron a la otra esquina. Observado los resultados de la derrota electoral, concluyo que no tenemos remedio. La izquierda, la izquierda real, la que sí existe, se fragmenta en dos opciones que facilitaran el transcurrir de una derecha que ni acosada por los casos de corrupción, ni ridiculizada por la simpleza de su líder, pierde fuelle. Podemos culpar a los electores, al IBEX o a la prensa, pero la realidad es la que es y esta indica incapacidad y avanza el estallido de una guerra entre los dos grupos de una izquierda que se vuelve a presentar como irreconciliable entre sí, para regocijo de la derecha y el desencanto de buena parte del electorado de izquierdas.
Nos prometieron el paraíso pero, ilusos de nosotros, no supimos observar que el lenguaje político, elaborado con sobredosis de eufemismos, metáforas, silencios, medias verdades y falsedades completas, es una jerga construida desde la manipulación y para la demagogia.
Digiriendo los resultados me ha venido a la memoria un libro de Vargas Llosa titulado El paraíso en la otra esquina. El autor escogió a la socialista Flora Tritán y a su nieto, Paul Gauguin, para convertirlos en personajes literarios desde sus autobiografías. Ambos personajes persiguieron sus particulares paraísos y para alcanzarlos, lo arriesgaron todo. Ella, luchó por el sueño la igualdad, la emancipación de la mujer, la abolición de la pena de muerte y los derechos de los trabajadores; él, por un espacio para poder vivir, disfrutar y pintar libremente.
Flora Tristán jugaba al Paraíso en Auxerre; años después observó a un grupo de niños en Arequipa jugando al juego que ella pensaba francés. Paul Gauguin también lo jugó en su infancia; más tarde, en una lejana isla del Pacífico Sur, comprobó cómo aquel entretenimiento infantil había llegado hasta tan recóndito lugar.
- ¿Es aquí el Paraíso?
- No. No, es allí, es en la otra esquina
Aquí, nuestros políticos, los de la izquierda, han jugado de manera más prosaica: ¿dónde está el poder? Los electores, sobresaltados les mandaron a la otra esquina. Y si les preguntáramos por dónde está el error, no los dudes, cada uno de los fracasados nos mandarán a la otra esquina. Nuestros políticos, los de la izquierda, tendrían que aprender de estos dos personajes que, desde dos concepciones diferentes se sublevaron para conseguir sus sueños.
Lamentablemente, alguno se mimetizó, demasiado pronto, en jarrón chino cuando dijo que la política no tiene que ver con la razón sino con el éxito.
Es lunes, escucho a Tony Fruscella Quartet: