Alumnos, padres de alumnos y profesores hoy dicen basta. El sector de la enseñanza pública emprende la mayor huelga sectorial desde que este país tiene uso de razón, es decir, desde la democracia. Hoy, 22 de mayo, será un día extraño de aulas vacías y calles llenas de estudiantes, profesores, padres y abuelos que saldrán a protestar porque su futuro, el que tenía que ser, también se vacía. “Una generación perdida”, alertan los expertos que se han vuelto realistas a base de analizar los datos y fórmulas a que se reduce la vida cotidiana puesta sobre una mesa de trabajo. Porque a estos que hoy son alumnos, una vez acaben sus cada vez más costosos estudios, sólo les queda ponerse al final de una larga cola frente a la oficina del Inem más cercana formando un gusano humano zigzagueante que está pudriendo la manzana del futuro.
Desde guarderías a universidad, institutos, centros formación profesional, academias… España se encuentra en alerta educativa y sólo supone el 4,5% del PIB frente al 5,5% de media de la Unión Europea. Con el recorte del 21% de los presupuestos para Educación, la nota que saca España puede calificarse, en jerga educativa, de muy deficiente.
Una sociedad que despide a sus profesores (con los recortes, los sindicatos calculan que unos 100.000 interinos irán a la calle), que obstaculiza el acceso a la universidad y al conocimiento aumentando tasas y reduciendo becas que la hacen patrimonio de niños de papá y mamá y que vuelve a la masificación de las aulas, está abocada al fracaso. Un fracaso de todos, que se socializa gracias a una política neoliberal a ultranza que prima el dinero por encima de lo importante. Y es que el aprendizaje nos hace más y mejores personas, de ahí que sea un imprescindible. El conocimiento nos aporta, además, los recursos para salir de las crisis personales y también de las colectivas, nos hace responsables y conscientes de nosotros mismos, de nuestras capacidades y potencial, pero también más observadores de nuestro entorno. Nos enseña a analizar, a extraer conclusiones, a actuar. Una persona con recursos provoca que pasen cosas. Una sociedad bien educada se mueve y avanza. Sin educación, el presidente del Tribunal Supremo malversa fondos públicos para pagarse unas horteras vacaciones a todo tren a cuenta de todos, sale de rositas y no pasa nada; colocan a Antonio Tirado, imputado por malversar fondos en el Banco de Valencia, al frente de Bancaja y no pasa nada; Rouco Varela amenaza con retirar los ya escasos fondos que destina a Cáritas (apenas suponen un 2% del total de la organización) si la Iglesia se ve obligada a pagar el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), como hace todo propietario, y sigue sin pasar nada. Sí, España ya está en alerta educativa.