Nunca me habían convencido las moralinas imperantes sobre “el terror Jacobino” de aquél París de 1793. Los liberales progresistas nos veíamos en una posición incómoda impuesta, ya que el binomio ofrecido era “¿no rechazas la violencia”? ó “¿no ves las consecuencias de las ideas progresistas?” De hecho, una de las grandes diferencias entre la Revolución francesa y la Guerra por la Independencia americana es el racionalismo, el defender una idea abstracta (algo que a mí, como matemático, por supuesto me atrae y creo en las consecuencias lógicas) mientras que lo que pasó en EEUU NO FUE una revolución. En realidad, fue un levantamiento por parte de terratenientes adinerados, hijos de la clase burguesa inglesa…una insurrección soberanista porque éstos no querían seguir pagando más impuestos y además se sentían absolutamente INGLESES y querían recuperar los derechos antiguos anglosajones que ellos creían haber perdido. No olvidemos nunca que EEUU fue fundado por ingleses puritanos y que por supuesto no iban a ser revolucionarios en un sentido político. Si cabe, incluso, la nueva república americana fue bastante más reaccionaria que la propia Inglaterra (hasta la Guerra Civil al menos). Por eso muchos liberales no se identifican del todo con la Guerra por la Independencia americana y miran más al ejemplo francés, que en realidad fue el primer estallido a favor de la igualdad democrática de TODOS los ciudadanos.
Por fin he conseguido leer un excelentísimo libro escrito por la historiadora francesa Sophie Wahnich que pone estas cosas en su perspectiva adecuada. El propósito del libro es otra mirada más raelista al “terror” de París que fue desatado contra la aristocracia y la Iglesia Católica papal absolutista. Parte de su defensa explica cómo el terror de los liberales fue la respuesta adecuada contra el terror INSTITUCIONAL inflingido contra las masas francesas durante siglos antes de la Revolución popular. Leyendo un poquito de historia, no es tan difícil llegar a la conclusión que no ha habido ralea más canalla y malvada en la historia de Europa que los poderes eclesiásticos católicos.
Wahnich explica también que cualquier relación entre “el terror” y el 11 de septiembre es bazofia porque ni explica ni justifica ese ataque del 2001. El terrorismo y el terror revolucionario son DOS COSAS DISTINTAS.
¡Por fin descubro el libro que explica con el detalle perfecto lo que yo pretendía explicar durante muchos años! Un libro que por fin no tiene ningún complejo en justificar el TERROR NECESARIO contra las élites ANTIrevolucionarias y ANTIliberales. Hace tiempo un ultraconservador me dijo que si yo gobernara, “daría miedo”. Pues claro que así debería ser. Una persona ultraconservadora debe sentir pánico si de verdad tuviésemos un gobierno progresista y realmente democrático (cosa que NO tenemos en la práctica). Si eres una persona lógica, sabes muy bien que una idea no vale nada si no la llevas hasta sus últimas consecuencias y si no eres capaz de ello, entonces NO CREES en tu idea. La derecha sí cree en sus ideas y por eso durante décadas lleva imponiendo SU terror contra los demás. Atrévete tan solo unos segundos declarar una huelga indefinida y verás lo rápido que todo el peso del Estado capitalista te caerá encima. Muchos “libegales”, que no liberales por supuesto, defienden todo lo privado, ignorando que hoy en día, las redes sociales privadas pueden destrozarte la vida y hasta ponerte en peligro de muerte si no tienes opiniones prefabricadas que a ellos les guste. Hay que darle la vuelta a la tortilla. La derecha utiliza lo privado para imponer su terror esclavista contra la masa y nosotros tenemos que utilizar (bueno, primero RECUPERAR) lo público para entonces tener una democracia soberanista que ponga a toda esa escoria liberticida en su sitio.
En 1953, el líder chino Zhou Enlai estuvo en Ginebra para participar en las negociaciones de paz y poner fin a la guerra en Corea. Allí, un periodista francés le preguntó sobre qué opinaba de la Revolución francesa. Enlai respondió, brillantemente, “todavía es muy pronto para decir”. Lo que pasó a partir de los años 90 demostró que tenía razón. Se derrumbaron las democracias populares y los revisionistas neolibegales pretendieron, con éxito, imponer la idea que el comunismo había caído en el momento correcto porque marcó el fin de una época que había comenzado en 1789: es decir, nos vendieron la idea que el modelo “estatista” y revolucionario había sido un fracaso estrepitoso.
La típica respuesta de la gente progresista HOY en día es algo diferente pero muy descafeinada. Ellos quieren un “1789 sin 1793”, o sea, una revolución totalmente descafeinada, una revolución que no huela a sangre. Nos muestran el ejemplo de la “revolución” americana (que no fue ni revolución ni tampoco fue algo pacífica y el que crea que los independentistas americanos no eran violentos contra los británicos es un ignorante de la historia) o también nos señalan el caso británico, donde tampoco hubo “terror” a la francesa. Sin embargo, los progresistas lógicos están poseídos debido a la pasión por lo REAL. Si tú dices igualdad y libertad, pues debes ser consecuente y decir que falta la parte B – para defender A, el terror de B es necesario.
Ahí lo dejo por ahora (esta entrada tendrá varias partes, pero sé que la gente no lee si es muy largo).