Revista Religión
Leer | MATEO 7.9-11 | Aunque no nos dimos cuenta, cuando fuimos niños, aprendimos lecciones fundamentales de nuestros padres en cuanto a la confianza. Para alguien que haya crecido con padres buenos y amorosos, la confianza parece llegar de manera natural. Pero para alguien cuyos padres hayan sido fríos y distantes, puede resultarle difícil confiar en los demás en la edad adulta.
Es por eso que a muchos creyentes se les hace difícil confiar en Dios. En una época conocida por los hogares destruidos, ¿cómo es posible aprender a confiar en nuestro Padre que está en los cielos?
Primero, debemos entender que Dios nos ama incondicionalmente, tal y como somos. No tenemos que ganarnos su favor; en realidad, somos totalmente incapaces de hacerlo. Dios nos ama, no por lo que podamos ofrecerle, sino porque, como nos dice 1 Juan 4.16, su naturaleza misma es el amor. Ese amor es la razón por la que nos dio la salvación a un gran precio que Él mismo pagó: la vida de su precioso Hijo Jesús.
Segundo, podemos confiar en Dios porque Él nos ha dado exactamente lo que más necesitábamos: la salvación. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3.16). Él no nos salvo porque lo merecíamos, nos salvó por una sola razón: por su amor desbordante (1 Jn 4.9).
Dios sabe todo acerca de usted, incluso los detalles indignos, pero aun así le ama. Esa es, por sí sola, la mejor razón para que se sienta seguro con Él. Usted puede confiarle al Señor no solo su futuro, sino también lo que esté enfrentando hoy. El Señor es digno de su alabanza, y de su plena confianza en Él.
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