En el circo
Publicado el 06 septiembre 2011 por Carmentxu
Ayer se produjo la tercera mayor caída de las bolsas en lo que va de año. El abismo volvió a abrirse de nuevo bajo nuestros pies y, durante un buen trecho, fuimos caminando por el borde del precipicio. Hubiera bastado un pequeño empujón, un traspiés o mirar abajo y habríamos tenido el impulso irreprimible de caer al vacío. Pero, ¿alguien notó algo distinto a, por ejemplo, el viernes pasado? Nuestras vidas penden de hilos invisibles aunque no lo parezca.

Mientras las bolsas y los mercados han comprado todas las fichas para embarcarse en un viaje interminable por la montaña rusa de las finanzas, en el descampado donde se ha instalado este circo, el público mira extasiado el fogonazo de la máquina en su frenético viaje por rieles infinitos. La atracción estrella es el túnel del terror donde, poseídos por el pánico y la histeria colectiva, perdemos el sentido de realidad y nos abandonamos al sobresalto rápido. No faltan los monstruos en este circo de cartón-piedra instalado a las afueras del poblado: la especuladora barbuda, el economista de dos cabezas, el político prestidigitador de chistera vacía desde la misteriosa desaparición del viejo conejo, los brokers siameses o la vidente ciega que maldice echando sapos y culebras a todo aquel que pasa de largo. Mientras, en la pista principal, los acróbatas realizan sus piruetas aburridos y sin pasión. Están tristes, casi tanto como los payasos. La red está ajada y las cuerdas que sujetan el columpio parecen tan finas… El circo duerme cuando cae la noche y el público ya está en sus casas, allí donde la vida es real y no de cartón-piedra. Los monstruos también están en sus casetas hasta el día siguiente, cuando abran las bolsas.
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