Revista Comunicación
Recuerdo aquellos días de gripe, de anginas o dolor de tripas un poco sobreactuados para evitar un día de escuela. Esas mañanas en la cama, rodeado de tebeos, con la voz de Luis del Olmo en Radio Nacional mientras mi madre se afanaba con la casa. Recuerdo esa sintonía tomada de Crónicas de un pueblo y un largo programa matinal. Y recuerdo a mí madre conversando con las ondas. Un ritmo trepidante sólo interrumpido a las doce de la mañana: “Es la hora de El Ángelus. El ángel del Señor anunció a María”…
Recuerdo los domingos a mí padre madrugando con la radio, con Caravana de amigos, creo recordar. Y recuerdo a mí padre trasnochando intentando coger La Pirenaica. Siempre obsesionado por comprar radios con Onda Media, Onda Larga, FM y todas las ondas del mundo para ver si pillaba algo.
Y recuerdo tardes veraniegas de aburrimiento infantil vespertino animadas por radio novelas y por teatro en la radio donde la imaginación volaba.
Luego fue pasando el tiempo y recuerdo cómo se metió en mi vida Joaquín Luquy, J.L. en FM, “un besito para ellas y un abrazo para ellos” con Los 40 principales de la Ser.
La radio siempre estaba ahí cuando la necesitaba. Incluso aquel espantoso 23 de Febrero que me pilló esquiando en Sierra Nevada, en días que no existía internet ni los teléfonos móviles.
Y recuerdo alternar eternas tardes de estudio con Ándres Aberasturi en Radio Nacional. Con sus hipocondrías y su amor por Leonard Cohen, que me contagió. Luego a Aberasturi lo encontré alguna imaginaria de cocheras en la mili. Incluso había mili cuando yo era joven. En esos meses fui conductor y la radio fue compañera en largas horas de espera. Si no perdí el tiempo en la mili, fue gracias a la radio.
También recuerdo cuando apareció Javier Sardá y el señor Casamayor, ese viejito que imaginábamos con su batín y sus zapatillas de cuadros de andar por casa. Tanto le seguí que me llevo de una emisora a otra.
Recuerdo noches en la cama escuchando La Verbena de la Moncloa. Y recuerdo a Gomaespuma y su CarmenOpausia. Y recuerdo los Clásicos populares que oía mi padre y terminé dándome cuenta de que los oía yo también. Que al abandonar el nido los sintonizaba cuando podía.
Vivía el “gooooooooooool en San Mamés” con Carrusel Deportivo.
Cada cita electoral, la torres gemelas, el 11M con Iñaki Gabilondo... Recuerdo que en las mañanas, antes de la guardería, mi hija tenía dos voces: la mía y la del maestro Gabilondo.
¡Caray! No habría sido posible la vida sin la radio. La radio, ese ruidillo que a veces se escucha y a veces se oye sigue estando ahí. Ahora por internet y a la hora que uno quiera, como los proyectos de Javier Manzano.
Gracias radio por no dejarme solo. Felicidades porque hoy ha sido tu día y enhorabuena, que eres un medio viejo y con futuro, a pesar de ruidosos tertulianos y coros mediátios de bienpagados.
Quizá sea algo previsible este gran tema, pero..., es un gran tema: