A Doug Liman lo conocimos y comenzamos a respetar, más que con Swingers, que supuso un hito en el cine independiente estadounidense, a través de su siguiente trabajo, Viviendo sin límites, un filme tan divertido como transgresor en torno a un trapicheo con drogas en el que una realización sorprendente y un montaje audaz nos brindaba un Rashomon para público adolescente de lo más entretenido. Esta película le abrió las puertas del cine de acción, en el que, tras inaugurar la saga Bourne, se convirtió en director de guardia del género; correcto, sin estridencias, aunque renunciando a la osadía que le había llevado hasta allí, con algún agradable amago de retorno a sus inicios como Al filo del mañana.
Con The Wall, un largometraje de muy bajo presupuesto, se enfrenta a otro tipo de reto que le ha permitido salirse de los esquemas del entretenimiento lleno explosiones y persecuciones al que parece abonado. Con apenas tres actores, uno de ellos tan solo presente mediante su voz, una única localización y en el espacio de unas horas ha de narrar, durante noventa minutos, las vicisitudes de dos soldados estadounidenses atrapados en el desierto por un letal francotirador iraquí, con el que mantienen contacto a través de la radio, del que simplemente les separa un frágil muro de piedra semiderruido, el del título.
Respetando escrupulosamente las tres reglas aristotélicas; unidad de acción, unidad de tiempo, unidad de lugar; asume la complicada misión de convertir en lenguaje cinematográfico atrayente lo que bien pudiera haber sido una obra de teatro. Algo solo al alcance de genios como Joseph L. Mankievicz (La huella) o de artesanos con mucho oficio de la talla de Joel Schumacher (Última llamada) o John Badham (A la hora señalada). Si unimos lo formal a lo argumental nos encontramos que estos tres precedentes convergen en un ejercicio narrativo tan interesante como Buried, pirueta con cuádruple mortal del visionario Rodrigo Cortés de Concursante.
Un bombón, en cuanto al desafío fílmico, aunque también un caramelo envenenado por la dificultad de mantener la tensión durante el total del metraje con tan escasos elementos de los que echar mano. Por más que el tramo final aparezca impactante y consiga cerrar satisfactoriamente la historia, el lastre que deja un inicio falto de gancho y un desarrollo reiterativo y monótono hiere de muerte un proyecto que podría haber resultado atractivo.
Para que una cinta de este tipo funcione y mantenga a la audiencia pegada a la butaca de principio a fin se hace absolutamente necesario un guión ingenioso, con unos diálogos más incisivos y brillantes, y una realización que consiga que olvidemos el origen cuasi teatral del texto y aproveche todas las posibilidades que le brinda el medio audiovisual, algo perfectamente al alcance del primer Doug Liman pero que parece olvidado por el actual, que ha perdido la chispa, la frescura y la improvisación de la que aquel joven cineasta sin complejos hacía gala.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Amazon Studios, Big Indie Pictures, Picrow. Cortesía A Contracorriente Films. Reservados todos los derechos.
The Wall
Director: Doug Liman
Guion: Dwain Worrell
Intérpretes: Aaron Taylor-Johnson, John Cena, Laith Nakli
Fotografía: Roman Vasyanov
Montaje: Julia Bloch
Duración: 88 min.
Estados Unidos, 2017
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