En equipo es mejor.

Dos cabezas piensan mejor que una es una frase muy popular pero, lamentablemente, en la práctica la cosa dista mucho de ser una realidad. Aunque sabemos que compartir la carga es la mejor manera de hacer las cosas sin tanto agotamiento, de una manera más rápida y muchas veces incluso mejor, el hombre [especie] tiende a preferir actuar individualmente por egoísmo.
Esta palabra, tan sonada y conocida, es definida como un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás pero ¿qué nos hace ser así?
La misma naturaleza nos da la respuesta: existe la ley del más fuerte. La supervivencia de las especies pende, en el mundo salvaje, de que el fuerte haga valer su fortaleza sobre el débil; y es que la evolución y  la subsistencia de un grupo de seres vivos está cimentado en ello.
El hombre hace mucho que pasó, en teoría, eso del matar para vivir pero el siglo veintiuno nos ofrece una nueva tendencia: pisotear para sobresalir. 
Es triste ver la destrucción sociológica de los seres humanos por puestos, dinero o por el goce de ver que el otro no puede [no lo dejan] sobresalir. Las empresas suelen ser herpetario de este tipo de humanos: gente que ni trabaja y ni deja trabajar pero que busca entorpecer el trabajo o la intención de quienes sí quieren o pretenden hacerlo. 
Aunque el egoísmo no se limita a los empleos. Solemos ser egocentristas, la misma historia y las teorías geocéntricas y antropocéntricas nos dan la razón. Nuestra mente se auto limita a no ver más allá de sí misma. ¿Por qué? Porque el Yo y el salvaguardar los intereses personales hacen que luchemos, contra y ante todo, por conservarlos. 
Y es que cuando algo o alguien se antepone tendemos a esquivarlos y destruirlos pero ¿es más fácil tirar de un vagón de cien kilos solos o con la ayuda y apoyo de otros?

Es verdad que el egoísmo favorece a las especies para sobrevivir pero el trabajo en conjunto es lo que ha favorecido a la subsistencia del ser humano como raza y posteriormente como civilización. Recordemos que nuestros antepasados fueron nómadas y luego se organizaron en clanes o tribus [con la ayuda de la agricultura] logrando así sentar las bases del sedentarismo para luego construir ciudades e Imperios. 
No fuimos tontos. Se descubrió que varios eran mejor que uno, desde para matar un animal salvaje hasta para sembrar pero dicho avance a venido en declive porque el pensamiento moderno influye negativamente en la percepción que formamos de nuestro entorno.
Ser. Tener. Éstos dos adjetivos son la base medular del sistema cultural y demográfico que nos rodea. Quien no es o no tiene simplemente es nadie. Y en esta valoración no importa lo que somos o poseemos como conjunto sino lo que uno, individualmente, ha logrado. Se sopesa más, comunitaria e irónicamente, el éxito de un individuo pese al triunfo de un conjunto de seres humanos.
El vídeo anterior, promocional de un retiro espiritual católico español, muestra la tendencia que he comentado: en equipo es mejor o que juntos somos más [nombre del encuentro]. Pero falta mucho para que seamos capaces de retomar el pasado que nos hizo triunfar.
¿Y qué es eso que nos falta?
El hecho de ver a nuestro entorno y estar dispuestos a sacrificar un poco/mucho de un aparente éxito individual por intentar, o al menos probar, si con otros podemos llegar a la misma meta. Al final lograremos descubrir que trabajar entre varios nos llevará a cansarnos menos y, en la mayoría de las ocasiones, también a obtener mejores resultados.
La retroalimentación, la creatividad compartida, el aprovechamiento de las diferentes habilidades en pro de complementarnos es lo que hace que formar un grupo de mejores resultados. Únicamente basta estar dispuestos a sacrificar el ego o anhelo de reconocimiento por la generosidad que impulse a compartir un poco de dicha gloria.
Imagen | Flickr
Vídeo | Vimeo
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