En Getafe, con sus aves y peques, como en casa

Sabían que hay coches, vallas y árboles a las puertas de su cole, pero no petirrojos, urracas, tórtolas, torcaces, gaviotas…

Javier Rico

Hemos cerrado 2017, que no el curso 2017-2018, con una salida con la asociación de madres y padres de alumnos del colegio Mariana Pineda de Getafe. En total, este otoño hemos realizado doce actividades con centros escolares de esta ciudad del sur de Madrid. Que tengan el mayor mural conocido sobre una fachada de un gorrión común ya dice mucho de esta localidad; pero es que además tienen, vivitos y coleando, al lado de esos centros, colirrojos, carboneros, petirrojos, mirlos, picos picapinos, lavanderas, agateadores…

Una vez más, madres, padres, peques y hasta el más pintado o pintada que pasaba por allí quedó maravillada con lo que vive y colea a las puertas del cole Mariana Pineda de Getafe. Que si un bando de gaviotas sombrías por arriba, que si un petirrojo por abajo, que ahora una tórtola turca sobre la farola, después una paloma torcaz en la antena (y una urraca en otra antena), gorriones en los árboles, seis cotorras argentinas en vuelo y armando bulla…

Lo de “la más pintada” no es ningún brindis al sol. De nuevo, hubo personas que, asomadas a las ventanas o parándose a mirar, se sorprendían de que familias con peques anduvieran cual exploradores en un safari, detectando con prismáticos y telescopios lo que se movía entre los árboles o posaba sobre tejados y antenas. “¿Y estos de qué van?”, dirán algunas.

Atentos a las evoluciones de los mosquiteros comunes en los álamos blancos

No sabían que esas familias del AMPA del cole Mariana Pineda estaban disfrutando por primera vez con las evoluciones de un mosquitero común arriba y abajo de un álamo blanco; o que, también por primera vez, estaban diferenciando un estornino negro de uno pinto tras una escaramuza del primero con un mirlo común, al pretender entrar en un olivo donde “mandaba” este último.

Y qué me dicen del petirrojo. A este simpático pájaro, más proclive en invierno a pasarse por las ciudades, le vimos posado, cantando, andando y escondiéndose en varias ocasiones. Daba igual cuántas, todo el mundo quería pasar por el telescopio para admirar su enorme babero anaranjado.

Algún peque se animó a escenificar con una pista de baile adornada con hojas la ceremonia de cortejo de aves de Oceanía.

Sí, en ocasiones se viven este tipo de documentales en vivo y en directo entre la avifauna urbana, pero, desgraciadamente, pasan desapercibidos para el 99,9 por ciento de las personas. Y no saben que todo esto activa la capacidad sensorial de tal modo que, como en el caso del grupo del Mariana Pineda, al final vimos y oímos un herrerillo común y un pico picapinos gracias al interés y seguimiento atento que despertó la excursión entre grandes y peques.

No nos cansamos de repetirlo, bueno, y también lo hacen continuos estudios científicos: visitar y sentir la naturaleza, también la urbana, aumenta la capacidad de atención, observación y razonamiento de niños y niñas. Recibir estos estímulos sensoriales mejora incluso las habilidades para la lectura, escritura y comprensión en general. Por no hablar de los beneficios contra el sedentarismo y la obesidad.

Al final, apuntamos en el cuaderno de campo todas las aves identificadas

Sea en el parque de La Alhóndiga con el IES Altaír, en el Lorenzo Azofra con el CEIP Sagrado Corazón o, ahora, en el parque de Andalucía con el AMPA del CEIP Mariana Pineda, la ciudad de Getafe ha demostrado que, como cualquier otra, da refugio a multitud de aves a las que no les importa compartir su tiempo con nosotros.

Pero atención también a los setos, árboles y praderas de cualquier otra zona verde urbana, de bulevares y jardines, porque, sin ir más lejos, antes de llegar al parque de Andalucía, ya llevábamos anotados en el cuaderno de campo treces especies de aves diferentes. Y no, no las llevamos desde Aver Aves la noche anterior para que se pudieran ver. Siempre están ahí.

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