Raúl Sánchez, en plena faena.
(Al filo de los días). Me entero, por un muro de FB de Talavera de la Reina, de la muerte del torero Raúl Sánchez, talaverano nacido en San Román de los Montes en 1940. Hace mucho que no sigo el mundo de los toros, de hecho nunca he sido aficionado, salvo de aquella manera algo deportiva (futbolera, más bien) de estar al tanto de los escalafones y los recuentos que tuve en mis años jóvenes, o por la devoción guardada a “héroes” de mi infancia como Antonio Ordóñez, Curro Romero, Antoñete o, muy en especial, Gabriel de la Casa, entre algunos otros nombres que aún me provocan cierta ilusión de haber llegado alguna vez a comprender, o al menos a sospechar, las muy hondas vibraciones de un arte que hoy me resulta inasumible.
A Raúl Sánchez lo vi torear una vez en La Caprichosa (así se llama el coso de Talavera, célebre porque en él «el torito Bailaor a José le dio la muerte») y varias tardes más por televisión. Alguna vez incluso lo pude saludar en la sobremesa de algún restaurante local, en compañía de mi suegro, que era gran aficionado y lo tenía en muy alta estima. Al contemplar hoy esta foto, que no sé si corresponde —pero podría— a una de sus grandes faenas en Madrid, he ido en busca de las palabras que en su día le dedicó Joaquín Vidal, gran maestro de la crónica taurina, heredero valioso de un género hermosísimo, y escritor a cuya capacidad metafórica y gracia sintáctica le debo mis postreros disfrutes taurinos. Y muy probablemente la escasa comprensión —si es que alguna tengo— de esa música, callada o vocinglera (que de todo hay), que los entendidos dicen que se escucha en el revoleo de los lienzos y, más aún, en la distancia que va de los ojos del diestro al bulto de la fiera, o viceversa. Que el toreo, por definición y estética, es arte de ida y vuelta, no sólo al ruedo; también —y muy particularmente— como sentimiento trágico del vivir. En la crónica de Vidal hay un retrato elocuente de las características del diestro talaverano y de su peculiar honradez. Una página muy hermosa. Descanse en paz el gran torero. Supongo que su busto en el paseo de la Virgen de los Jardines del Prado talaverano estará rodeado de flores. Sumo con gran respeto y admiración las mías.