Llevaba un rato hablando con José a un lado de la Plaza Real, cuando un hombre, que también lo conocía, se acercó al grupo y nos interrumpió la conversación que manteníamos. Su objetivo era vendernos información de restaurantes en donde podríamos comer a buen precio y de hoteles y pensiones en donde lograr dormir, siempre, claro, con calidad garantizada. Posiblemente aquel hombre nos había tomado a Puri y a mí por turistas recién llegados a la ciudad.
—No; gracias. Estamos aquí porque conocemos a José y suelo venir con frecuencia a visitarlo y a estar un rato con él.
—¿Es que sois de alguna ONG?
Antes de que yo pudiera contestarle, José ya se me había adelantado:
—¡Enrique es mi amigo!
El hombre, mientras, no dejaba de insistir:
—Pero sois de alguna ONG.
Y José no se cansaba de repetirle:
—¡Es mi amigo! — y me guiñaba el ojo en gesto de complicidad.
Al final, el hombre se marchó cansado y sin recibir otra explicación que la que José le daba.
Resulta que a José no le gustan las “MARCAS”.
No se conforma con que le venga a ver una organización.
Él prefiere relacionarse con personas, con alguien a quien pueda llamar amigo.