En un lindo lío se metió Caruso Lombardi. Director técnico conocido por levantar equipos peleando el descenso, motivador por naturaleza y mediático por donde se lo mire, esta vez agarro un fierro hirviendo y difícil de enfriar. Quilmes es un equipo sin rumbo, a quien casi todos ya dan por muerto.
El Cervecero es el único equipo que perdió todos los partidos en todo el torneo. Apenas convirtió tres goles y le marcaron nueve. En solamente cinco fechas ya cambió de arquero (Trípodi por Galíndez) y nunca pudo repetir ni siquiera la misma defensa.
La derrota por 2-1 ante el débil Huracán no hace más que confirmar la fragilidad de la situación. Los jugadores no encararon el partido como si fuera una final ni tampoco dieron todo lo posible para “mostrarse” con su nuevo técnico. Los errores del arquero y de Sebastián Martínez, que derivaron en los dos goles quemeros, son imperdonables a esta altura.
Sus próximos rivales son Independiente, Argentinos y River. Es de esperar que pueda obtener victorias en este tramo, pero ni ganando todos estos partidos va a salir de la zona de descenso directo, aún si Gimnasia y Olimpo no sumaran puntos.
Ayer Caruso se mostró como siempre. Estuvo activo, habló con el árbitro al final del partido e hizo gestos irónicos a la platea de Huracán, en una cancha que le trae malos recuerdos. Ahí, siendo técnico de Tigre, amagó con no dirigir nunca más luego de un escandaloso arbitraje en el Nacional B.
Una vez terminado el encuentro, y fiel a su estilo, fue verborrágico para declarar: “El partido fue nuestro. Huracán no hizo nada para ganarlo”. Además, agregó que “si los jugadores siguen yendo al frente, seguro que la gente no se va a enojar”. Por ahora, la hinchada no se la agarró de lleno con el plantel. Pero si sigue así, no va a tardar mucho para que eso pase.
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