Muñoz en la marcha por la Ciencia, noviembre 2015. Foto sacada del sitio uchile.cl
Natalia Muñoz (30) iba en bicicleta desde el laboratorio a su casa, iba pasando cerca del Museo de Bellas Artes cuando cayó al suelo. Alguien en la calle le tiró inexplicablemente un ladrillo a la rueda. Cuando se levantó, sangraba, le dolía la cabeza y se dio cuenta que no podía mover el brazo. Por consejo de su mamá fue al Hospital del trabajador en donde le dijeron que no iba a tener ningún descuento por trabajar a honorarios. “Me dio pena, pero después me dio rabia”, cuenta hoy sentada en el patio de la Universidad de Chile. “Cómo este país de mierda, este sistema puede ser así”, agrega levantado la voz.
Es la misma voz que sus padres silenciaron cuando con 18 años y a pesar de que le iba muy bien en matemática, física y química, quiso estudiar Teatro. “Mis papás de no me dejaron, porque siendo actriz iba a tener malas condiciones, me decían que no iba a ganar suficiente dinero”, dice esbozando una sonrisa irónica. Entró estudiar Análisis Químico y Físico en la Universidad de Santiago, una carrea corta que le permitiera estudiar Teatro después. Pero nunca lo hizo.
De eso ya han pasado doce años, y los últimos nueve, los ha pasado trabajando sin contrato en los distintos pabellones de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile en Independencia. En el último -el pabellón “B”- se desarrolla el Programa de Fisiopatología –donde Natalia investiga hoy- sobre la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), enfermedad que sufre el científico inglés Stephen Hawkings.
Saliendo por el largo pasillo pintado de azul que divide a los pabellones, saluda sus compañeros, que la felicitan porque la vieron en algún diario en los últimos días. Desde hace unos meses se habituó a salir en la prensa. Muñoz es la fundadora y líder de Ciencia con Contrato, organización nació de la impotencia de su accidente. La iniciativa busca mejorar las condiciones busca mejorar las condiciones de los asistentes y técnicos de investigación, que trabajan sin seguros de salud, de accidentes y sin cotizar entre otras problemáticas. “Si nosotros no hacemos algo, nadie lo va a hacer. Llevamos treinta años en lo mismo”, cuenta moviendo sus manos como si estuviera en un teatro.
Con estas lucas no hay más ciencia, No más ciencia con boletas. Esas frases se leían en los carteles que organizaron el 12 de noviembre de 2015 en la Plaza de la Constitución que convocó a más de dos mil personas con delantales blancos en la denominada furia científica. Daniel Correa, estudiante de Química en la Universidad Católica, fue uno de ellos. Cuenta que como futuro químico le preocupa la condición actual de la ciencia en el país. “La ciencia no se aprovecha como corresponde para el avance del país”, dice. “Este fue el primer paso para exigir lo que es justo”.
Esa tarde, la voz de Muñoz salía por un megáfono instando a sus compañeros a seguir movilizándose y demandar mejoras laborales, tanto por los organismos públicos, como los privados de investigación.
Natalia terminó su proyecto de la ELA en diciembre y el futuro es incierto. Asegura que si las condiciones no mejoran, podría dedicarse a otra cosa. No descarta ser mesera, por ejemplo. “Tengo un amigo que trabaja en el Liguria y en temporada alta gana más de un millón”, cuenta. El doble de su sueldo actual. Está cansada de luchar por cambiar un sistema injusto, dice desde la oscuridad del laboratorio, en el cual trabaja de lunes a viernes desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde. “La gente se aprovecha de la pasión que uno siento por la ciencia”, dice con voz quebrada antes de volver a sus experimentos.
Por Jorge JiménezEstudiante en el último año de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile, minor en Ciencias Exactas y Naturales. Interesado en temas relacionados con la Ciencia, Ecología y Sustentabilidad.