Revista Cocina
Hoy nos vamos de viaje, ¿os apetece?
Destino La Rioja, en concreto nos vamos a Haro. Fin de semana con un claro objetivo, descubrir una bella zona de España y conocer mejor su vino. Reconozco que me gusta mucho el vino, sobre todo el tinto. No soy para nada una experta, y aunque intento entrenar el gusto y el olfato, al final con lo que me quedo cuando pruebo uno, es en si me gusta o no.
Pero volvamos al viaje. Nos alojamos en El Señorío de Briñás, un alojamiento precioso y con un trato súper atento y acogedor. Teníamos programadas la visita a tres bodegas, las tres muy distintas. Marqués de Riscal, simplemente espectacular. Una fusión de tradición y modernidad, coronada por el edificio del arquitecto Frank O. Gehry que rompe con el entorno, pero se integra en él. Es algo muy curioso.
Visitamos la bodega Bohedal, que es de reciente creación, pequeña, familiar, donde ves la ilusión de las personas por unos vinos que producen con mimo. Ponen su alma en ello y eso se nota cuando una chica joven te explica el proceso de producción, mientras su padre al lado hace la trasiega de las barricas.
Y visitamos también las bodegas de Rafael López de Heredia, que quizá une varios aspectos de las otras dos, en el sentido que es una gran bodega en cuanto a producción, con un fuerte arraigo en la tradición y marcada por el hecho de ser una bodega familiar. Me voy a centrar en ésta, porque realmente me enamoré de la bodega, de su planteamiento, de la forma de contarlo, y por supuesto, de su vino.
La visita comienza en un decantador,... sí sí, en una sala que tiene forma de decantador. En su interior está un precioso mostrador antiguo utilizado en una feria de alimentación. Allí arranca la visita.
Tuvimos mucha suerte, la guía que nos llevó por la bodega era una entusiasta de su trabajo, del vino... Nos contó toda la historia de la bodega, de una familia entregada a la producción de un producto de calidad. Nos contó con detalle todo el proceso de producción, nos dio un paseo precioso por las cuevas subterráneas, y de repente, abrió un portón que descubría un paraje escondido del Ebro.
Volvimos al interior y prosiguió la visita, y nos descubrió una sala "secreta" con historia (tendréis que ir para saberla). Y la visita terminó con una cata de los vinos más representativos de la bodega.
Disfrutamos mucho de esta visita, aprendimos mucho, y desde luego, salimos con estupendo sabor de boca.