Revista Comunicación

en lo que derivó el sueño americano

Publicado el 16 enero 2014 por Libretachatarra

en lo que derivó el sueño americano

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EL LOBO DE WALL STEET
data: http://www.imdb.com/title/tt0993846
Martin Scorsese ha contado varias veces su visión del Sueño Americano. Como ya lo hiciera en “Buenos muchachos” y “Casino”, vuelve a la carga con “El Lobo de Wall Street” en una mirada más descontracturada cayendo plenamente en brazos de la comedia. Recalcamos esto porque es la clave para disfrutar el filme: están viendo una comedia. Mordaz, aguda, cínica y libre de prejuicios. Sí, es como “Buenos muchachos” o “Casino”. Pero con el agregado de altas dosis de sexo y droga. Un híbrido del Scorsese clásico con la saga de “¿Qué pasó ayer?”. Y el resultado es divertido, sumamente divertido, y no por ello menos abrumador.
“El Lobo de Wall Street” es la historia del delirante ascenso, apogeo y descenso a los infiernos del FBI de Jordan Belfort, un timador que amasó una fortuna defraudando como corredor de bolsa en Wall Street. El guión de Terence Winter se basa en el libro autobiográfico del propio Belfort. Y la mayor parte de las cosas que verán en pantalla (las orgías, el festival de psicofármacos, el lanzamiento de enanos, etc.) es básicamente real.
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El principal punto a destacar es la evolución sufrida desde “Buenos muchachos” o “Casino”. Los protagonistas de esas historias eran tipos duros, decididos, convencidos de tomar su parte en el Sueño Americano a través de la fuerza y la violencia extrema. En “El Lobo de Wall Street”, la clave es encontrar a uno más tonto que uno para engañarlo con el cuento del Sueño Americano. Si la primera versión de la historia es tragedia, la segunda es farsa como le atribuyen al dicho marxista. “El Lobo…” es la etapa de farsa de este sueño.
Nótese el cambio. En los dos primeros casos, los protagonistas creían en la posibilidad del Sueño; en el último, nadie se lo cree. No es cuestión del más duro; es cuestión del más vivo.
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Hay otra sutileza: los que obtuvieron su lugar en la quintita del éxito saben que esto se acaba pronto. Apenas se subsiste en una fiesta permanente, vorágine de sexo y drogas, para disfrutar de la festichola hasta que dure. No hay expectativas de largo plazo. Brilla y consúmete en un parpadeo; disfruta del momento.
Una escena clave del filme es aquella en la que Jordan Belfort debe aceptar un acuerdo con el FBI que lo deja fuera del mundo de los negocios. Su padre le recuerda que ya ha ganado, que es millonario, que firme y se retire a vivir de sus ganancias. Pero, una vez que Jordan debe comunicar la noticia a sus empleados, recula, ante un griterío infernal de aprobación. No es cuestión de dinero: es esa complicidad de iguales. Belfort no puede abandonar la joda con unos tipos tan turros como él. El dinero es absolutamente accesorio. Hay otros códigos en esa cofradía del festejo perpetuo.
Algunos críticos han señalado en el filme de Scorsese ese culto a la amistad y, más específicamente, a la amistad masculina (nuevamente, remember “¿Qué pasó ayer?”). Es acertada esa observación. La amistad se impone a las relaciones de pareja o a la paternidad. Hay una alusión a la tendencia a no crecer, a no abandonar la adolescencia y su jolgorio permanente, a no madurar. Las drogas ocupan su rol principal en esta dinámica. Porque la química que vemos en “El Lobo…” es la de la droga que se usa para seguir el juego a marchas forzadas, para no abandonar la fiesta antes de su terminación. Es otro signo de adolescencia tardía, en la que se interpreta que madurar implica otra forma de muerte.
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Leonardo DiCaprio hace su rol de taquito, sin problemas. Pero el partenaire justo, el que se roba la película, es Jonah Hill que explota sobradamente el ritmo de comedia. Hill ofrece los mejores momentos, en los diálogos gatillados con un gag detrás del otro, en las caras y el insulto a repetición y, principalmente, cuando la máscara desbordada se corre para mostrar la emoción. Hill, muy sutilmente, da en el clavo.
Para la mesita de luz, Margot Robbie, la australiana rubia que muestra lomo. Para un recuadro: el diálogo inicial de Matthew McConaughey en el almuerzo, golpeándose el pecho al compás de un canto indio.
El consejo: para disfrutar de esta película debe dejar los prejuicios en la puerta y darse cuenta que vino a ver una comedia. Si hace eso, la va a disfrutar. Si no, va a patalear a la salida haciendo pucheros.
Mañana, las mejores frases.

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