
El argumento y el estilo de la novela y la película rozan descaradamente el género romántico, pero Hornby y los guionistas encargados de la adaptación --Evgenia Peretz, Tamara Jenkins y Jim Taylor-- se las apañan para no dejarse enredar en tópicos, buscando un toque de distinción culturetas (el mundo de la música, un asunto muy cercano al autor) y una cotidianidad normalmente ausente en los títulos del género romanticoide. El resultado es que la historia no pierde la frescura del original literario, bien pautado con momentos definitorios, pero también con situaciones cómicas bien buscadas y desarrolladas. Se nota que Hornby --que en los últimos años suele ejercer también de guionista-- escribió el libro con el canon de la imagen antes que con el de la palabra, pensando en la pantalla; así que el reto fundamental consistía en no arruinar ni dilapidar un material tan valioso y potencialmente adaptable. Por fortuna la película está a la altura y alineada con el material que le sirve de base (tan solo se permite modificar dos cruciales detalles a costa de la maternidad).
Juliet, desnuda presenta un conflicto una y mil veces contado: hombres inmaduros y egoístas que no aprecian a las mujeres que tienen al lado y mujeres atrapadas en la decepción romántica y ciertos hitos de su género; pero todo está presentado de manera que parezca nuevo, con personajes mediocres y hasta miserables en lugar de arquetipos (muy buena elección del trío protagonista: Chris O'Dowd, Rose Byrne y Ethan Hawke) y unos cuantos gags al más puro estilo british de eficacia intemporal para puntuar la trama. Desde mi punto de vista, una comedia inteligente y original que juega con las posibilidades cómicas y dramáticas de nuestras vidas.