Revista Política

En los límites de la paciencia

Publicado el 28 octubre 2009 por Alfonso

La DGT, ora pro nobis, ha propuesto limitar la velocidad de los vehículos en los barrios de las grandes urbes a 30 kilómetros por hora. Parece que pese a circularse con menor frecuencia por ellas que por el centro (¡¿?!), se producen más atropellos mortales "ya que la gente va más relajada". Entiendo que por gente se refiere a conductor y no a viandante así como desconocen ellos, los garantes de nuestra seguridad, que a mucho menos de 30 km/h se circula cada vez que caen cuatro gotas y los municipales se ponen en las plazas a regular el tráfico, que parece que un guardia se reproduzca con el agua cual mogwai. La calle es de los peatones, dicen los de la DGT, ora... Cierto. Ahora explíquenselo a los afortunados que cada mañana conducen desde su casa en el casco urbano, porque en los extrarradios las viviendas suelen ser nuevas y en propiedad y para acceder a ellas el banco olfateará hasta tu aliento, al polígono industrial donde trabajan, o al que por ahorrarse unos euros decide hacer la compra básica de alimentos una vez al mes en un gran supermercado en medio de un cruce de autovías. Aunque, cierto de nuevo, para evitar los incendios lo mejor es talar los montes: desforestemos las ciudades de vehículos, lleguemos a la misma conclusión que algún alcalde debió tomar hace tiempo al hacer regresar a sus ciudadanos al XIX, siglo de tranvías, pasarelas sobre los ríos, caminatas, barcas de recreo y bicicletas –pongamos que habló de Belloch en su no Zaragoza-. De paso que lentificamos los desplazamientos podemos hacer lo mismo con el resto de actividades modernas y estresantes, como los programas informáticos (bueno, quizá no sea el mejor ejemplo). Resumiendo, girar más des pa c i o, pero no olvidarnos que no hace tantos años el límite en las ciudades era 60 kh/m y ahora el general es de 50 km/h. Si ha aumentado el número de accidentes, ¿sirvió de algo? En realidad si, ¡muy cierto!: alguien hubo de fabricar e instalar los nuevos discos de metal. Por cuánto sale esta broma y quién estampara los treses y ceros lo desconozco, pero que yo, de poder, estamparía algún panel indicativo en la testa de quien me se, no. (Advertencia: interprétese la frase anterior con corrección.) Lo próximo será multar a quien camine al trabajo con suelas de cuero en días de lluvia, que sería imperdonable una desgracia en un pagador de las SS, perdón, de la SS, o al que conduzca sin gafas de sol en días soleados, valga la redundancia. Todo llegará, menos fijarnos en la Autobahn (este si es un buen ejemplo). Paciencia.La misma que tuvieron los parados al leer en el centenario ABC el titular "Pobreza en España, ¿qué pobreza?", y debajo que "sólo el 66% de los españoles cree que hay más pobreza en el país por la crisis, frente al 73% de la media de la UE", si se puede compatibilizar, y no es pecado, desconocimiento que tampoco juzgo, ser parado y lector del susodicho periódico, que no es lo mismo que periodicucho. ¿Un 66% es sólo? Entonces, ¿un paro del 33% sería medio sólo? Y prosigue el sociólogo Enrique Martín López que es un fenómeno, el paro, él también, que pone de relieve la poca reflexión pública sobre los problemas colectivos, que "no tenemos interés en enterarnos de las cosas que nos pueden quitar el sueño". Una insistencia de libro, si señor. (Nueva advertencia: sirva la anterior para la fenomenal interpretación.) Y rematan los del diario dando a entender que en España desde la década de 1980’s se vive mejor. Bendito felipismo y olé. Pero veamos, ¿no había dicho ese gurú salvaeconomías llamado Leopoldo Abadía que una de las diez razones para que un parado saliera de la crisis era que no hablara o hablase de ella? Claro que The Beatles se echaron unas risas con un gurú allá en la India y poco después acabaron a tortas. Paciencia.Y los líderes, por no decir peleles, bien pagados de los sindicatos y de la patronal, mal pagador, posando juntos para la televisión pública. De momento, no revueltos; cuando se firmen los nuevos convenios, abrazados Y es que esto es Jauja y de paso ustedes, los de arriba y con el ABC en la cabecera, unos jautos, que no es un gentilicio, pero suena igual de mal que muchos. Más de lo mismo.
EN LOS LÍMITES DE LA PACIENCIA
Leopoldo Abadía

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