Revista Cultura y Ocio
EN MODO COMANDO
Nunca llevo bragas. Y disfruto sabiendo que lo saben. Me estimula imaginarme aquí sentada sin la protección de ese mínimo tejido, disfrutando de esta exposición terriblemente impúdica y provocativa.
Me molesta que la palabra braga suene grosera, tanto que los medios se vean obligados a adornarla con un sufijo para que no ofenda, quedando así minimizada a una braguita, y tal vez con la intención soterrada de empequeñecer también a las portadoras de tan indecoroso término: braga, braga, braga...braga. Suena chabacana y vulgar. Además, yo ya cargo con des-calificativos que no puedo dejar en casa, como el coño, que es sinónimo de algo aburrido (¡un coñazo!) en contraposición a cojonudo, que es lo más de lo más. Quedarse en bragases mucho peor que ir sin bragas y no digamos lo molesto que resulta estar hecho una braga. Por eso yo ya no las llevo, porque no quiero cargar con semejantes adjetivos.
Pero que no teman los fabricantes de lencería ni los políticos, porque esta ausencia textil no implica una reivindicación femenina, no tengo ninguna intención de quemar mis bragas, que además, en relación con la cantidad de tela utilizada me parecen carísimas. Pero ahora que voy ”en plan comando” (expresión originaria de las Guerras de Corea o Vietnam, cuando a los soldados se les aconsejaba no usar ropa interior para evitar erupciones o infecciones porel calor y humedad), soy mucho más consciente de mi cuerpo y siento una leve estimulación cada vez que me siento, cada vez que cruzo las piernas, cada vez que me muevo, con lo cual estoy a buen recaudo de semejantes patologías y además, soy mucho más feliz. Esta ausencia, este vacío donde debería haber algo produce efectos astronómicos en mi estado natural y las dimensiones planetarias empiezan a diluirse, a confundirse, multiplicando magnitudes, espacios y tiempos. Ir sin bragas sirve para demostrar la Teoría de las Cuerdas.
Empiezo a notar una enorme calentura que se emulsiona con un sudor frío y delirante, casi me acerco a la combustión...maldito invierno, creo que tengo fiebre.
Se levantó de su asiento, y tan libre y desvergonzada como vino, se fue sin empezar la conferencia. La abarrotada sala se quedó en silencio, ni siquiera se oyó esa tos nerviosa que surge siempre en las situaciones en las que nadie sabe bien qué decir. Poco a poco el auditorio tomó otra vez aire y empezaron a oírse los sonidos naturales de una conferencia que termina, solo que ésta ni siquiera había empezado. Y yo que quería saber más sobre la Teoría de las Cuerdas. Maldito invierno.