Apenas cinco segundos después de entregar a cada uno de sus vástagos 10000 francos para que huyan de París camino de la Francia libre, Roman Joffo les hace jurar que bajo ningún concepto le dirán a nadie que son judíos. Jo, ¿eres judío? No. El tortazo resuena como un látigo sobre la mejilla izquierda del más joven, que le mira atónito. Se lo pregunta en su lengua materna. No, exclama, y recibe otra bofetada. Nunca contestes cuando te hablen en yiddish. Continúa el interrogatorio. Sé que lo eres. Su gesto permanece serio, crispado. Vamos, dímelo, ¿eres judío? El pequeño rompe a llorar. Su padre lo abraza, le acaricia el pelo y le pide perdón. Más vale encajar un golpe doloroso que perder la vida por miedo a recibirlo.
La novela Un saco de canicas fue llevada al cine por primera vez en 1975, dos años después de su publicación. Esta segunda adaptación vuelve a narrar en primera persona las traumáticas experiencias de Joseph Joffo en el marco de la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación nazi del país vecino, y su huida al sur junto a su hermano mayor Maurice.
La esperanza y las emociones no le son ajenas a una historia que afronta los horrores del conflicto armado lanzando una mirada luminosa y positiva sobre el género humano que intenta sobreponerse a la barbarie cometida por las tropas germanas, sin dejar de subrayar el deleznable trato al que parte de la población sometió a sus propios compatriotas.
El colaboracionismo del gobierno del Mariscal Pétain y de buena parte de la ciudadanía con el nazismo se ha convertido en un tema recurrente en el cine francés en un intento de que nadie olvide unos hechos que forman parte del muro de la vergüenza de la cuna de la Revolución. Precisamente su lema, «Libertad, igualdad, fraternidad», fue subvertido por el régimen de Vichy para convertirlo en «Trabajo, familia y patria», como bien refleja en clave contemporánea La maestra de historia, o en un acercamiento similar al de este largometraje, La llave de Sarah, haciendo patente que la herida todavía supura como ya lo hacía en la época de la mismísima Casablanca.
Más allá de la temática bélica y de la irrespirable atmósfera entre paisanos, lo más conmovedor de la cinta lo recoge esa mirada tierna y llena de admiración de un chaval de diez años que, en unas circunstancias excepcionales, ensalza la figura de su progenitor. La película se convierte en una conversación, un homenaje, una carta de amor al padre y a sus enseñanzas en un periodo convulso y complicado en el que dar ejemplo a tus hijos podía costarte la vida. El cantante y actor Patrick Bruel transmite esa mezcla de firmeza, determinación y protección utilizando la crudeza cuando la situación lo requiere o inspirando a su benjamín con un manual de supervivencia tan sabio como sencillo. No hay que mirar hacia atrás cuando se camina, si lo haces, te vas a caer.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Quad Productions, Main Journey. Cortesía de A Contracorriente Films. Reservados todos los derechos.
Una bolsa de canicas
Director: Christian Duguay
Guión: Jonathan Allouche, Alexandra Geismar, Chritstian Duguay y Benoit Guichard, basado en la novela Un saco de canicas de Joseph Joffo
Intérpretes: Dorian Le Clech, Batyste Fleurial, Patrick Bruel
Música: Armand Amar
Fotografía: Christophe Gralliot
Duración: 110 min.
Francia, Canadá, República Checa, 2017
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