Foto A.Matowsky expatriadaxcojones.blogspot.com
Cuando terminé de escribir los primeros textos del blog se los pasé a un colega. Quería saber su opinión. Lo conocí cuando él me daba clases en la Universidad. Era mi profesor de Periodismo Político. Después, fue mi jefe en la televisión y hoy es, simplemente, un amigo.
Se los mandé por correo electrónico. A él y a otras cuatro personas. Todos me dieron su opinión y, también, me hicieron algunas críticas pero sólo la suya me hirió. Bueno, herir tampoco sería la palabra adecuada, pero digamos que me hizo detenerme a pensar qué coño estoy haciendo.
Según mi amigo J, mi historia podía malinterpretarse como algo colonialista, con aires de superioridad occidental. Ahora no recuerdo exactamente qué palabras utilizo para definirlo pero para el caso es lo mismo.
Estuve unos días dándole vueltas al asunto. Me inquietaba. Después de unas cuantas noches durmiendo mal, llegué a la conclusión que tampoco era plan de convencer a nadie. Una es como es y, a estas alturas, ya poco se puede hacer.
No pretendo decir como es Marruecos. Esto no es ningún tratado antropológico. No he realizado ningún estudio académico. No he hecho ninguna investigación científica al respecto. Ni ganas. Esto son unas memorias que, como el término indica, cuenta los recuerdos y acontecimientos de una vida. Que mira tú por dónde, es la mía y, desde hace tres años, transcurre en Marruecos.
No es mi intención ir contra el país que me ha acogido estos tres últimos años. Estoy muy bien aquí. Pero tampoco querría autocensurarme. Ya lo he hecho. Y mucho.
Siempre me he ganado la vida escribiendo. La única diferencia está en que antes se consideraba mi trabajo como algo objetivo¡Qué palabreja¡ Es imposible escribir sin opinar pues, al fin y al cabo, las palabras salen de una persona. Una persona con ideas, sentimientos, valores, creencias, y eso sin contar que la persona trabaja para un medio y que el medio no deja de ser una empresa como otra cualquiera.
Ser objetivo es imposible. Como si la misma elección de una palabra u otra no fuera ya algo subjetivo. Porque no es lo mismo decir separatista que terrorista. España que Estado Español. Y así podríamos estar hasta el infinito. Hablar es la forma más descarada de mentir, que dice el gran poeta Quimi Portet en una de sus canciones.
Mi intención es contar las cosas, no tal y como son, que no lo sé, sino como yo las veo, como yo las siento. Es mi vida. Puesta en palabras que quizás no merezcan ningún elogio literario pero que intento, al menos, sean sinceras.
No hay pasta de por medio. No hay que quedar bien con nadie. No hay temas censurados por anunciantes ni personas a quienes deba hacérseles la pelota. Por una vez escribo y no se trata de ninguna transacción. No recibo nada a cambio. Lo hago porque quiero y si no puedo decidir como hacerlo ¿qué sentido tiene?
Antes me pagaban por escribir y tenía que hacerlo como me pedían. Me gustase o no. Ahora no me paga nadie. Y aún y así, me levanto cada mañana y me siento frente al ordenador con la intención de contar algo. Porque de esto de trata. De contar historias. Yo siempre me las he contado a mí misma. Siempre he escrito. Cada vez que hago un traslado, y ya llevo más de media docena, tengo que meterlas en cajas.
—Tú y tus libretitas…—que decía mi ex.
Quizás se deba a mi miedo a envejecer. Perder la cabeza. Olvidar quien soy. La verdad es que encuentro placer en escribir pero al mismo tiempo me produce mucho pudor mostrárselo a la gente. Por un lado, hago terapia, por el otro, me expongo.Es como estar en pelotas delante de todos mientras los demás van vestidos. Muestras como eres. Qué piensas. Da mucha vergüenza. Así que he llegado a esta conclusión: Que opinen lo que quieran. O que lo hagan ellos si piensan que es tan fácil. Yo seguiré contando mis cosas a mi manera porque no sé hacerlo de otro modo.