Revista Cultura y Ocio

En piel de lucha

Publicado el 16 mayo 2016 por María Bertoni
Julio Santamaría presentó su nuevo trabajo en el homenaje que ATE Legislatura les hizo a las Madres de Plaza de Mayo, en el 39º aniversario de la primera ronda.

Julio Santamaría presentó su nuevo trabajo el primer viernes de mayo.

Comencé a imaginar su piel, montada en la evocación de las caricias que le daba cuando era bebé, y más tarde en las enfermedades típicas de la infancia. Esas caricias que le regalaba y me regalaba a través del contacto de mis manos con su cuerpo.

Leí hace poco que hay una memoria que permanece en la piel, y que permite una comunicación entre los seres humanos, que va más allá de lo expresado oralmente. Una puede comunicarse con un ser querido que está junto a nosotros pero que ha perdido su memoria y así puede saber que aún lo amamos. y que estamos junto a él para dar testimonio de cuánto lo queremos.

Sé que no es lo mismo… Germán no está ni estará nunca porque la terrible tormenta que pasó por nuestra tierra ha borrado su cuerpo. Pero hay otro cuerpo suyo grabado en mi memoria, y que puedo reconstruir en los días en que mi voluntad me lo permite… sin cruzar la línea de la cordura.

A ese otro cuerpo es al que le dedico y me dedico las caricias sobre esa piel que permanecerá en mí mientras le esté ganando a la muerte cada segundo de aire para mis pulmones. Acaricio con mis manos a Germán, y lo traigo a la vida que le arrancaron sin pedirle permiso”.

Así habla la Madre de Plaza de Mayo que Julio Santamaría imaginó para rendirles homenaje a aquéllas de carne y hueso que el 30 de abril pasado conmemoraron el 39º aniversario de su primera ronda frente a la Casa Rosada. Acaso ésta sea la primera vez que alguien relaciona la llamada memoria epidérmica con la lucha ininterrumida que estas mujeres argentinas inmensas llevaron y llevan adelante, no sólo contra la dictadura que desapareció, torturó y mató a sus hijos, sino contra el olvido y la impunidad en tiempos democráticos.

Además de la alocución materna, el pasaje transcripto también cierra el mediometraje de poco más de veinte minutos que incluye la exposición de un segundo personaje: la tía del mencionado Germán.

La misma Paula Rubinsztein interpreta a estas dos hermanas antagónicas que el secuestro del muchacho -hijo de una; sobrino de la otra- marcó a fuego y terminó de distanciar. Los espectadores asistimos a sus respectivos monólogos consecuentes, ésos que adelanta el título del film.

Paula Rubinsztein encarna a las dos hermanas antagónicas.

Paula Rubinsztein encarna con encomiable versatilidad a las dos hermanas antagónicas.

“¿Consecuentes con qué?”, se preguntará más de un lector, y la respuesta que asoma a flor de labios es “con cierta dialéctica nacional”. Es que las hermanas -sus discursos- parecen representar dos maneras de entender nuestro pasado reciente y de lidiar con las heridas y cicatrices que ese ayer dejó en nuestro presente. No por casualidad Santamaría desliza detrás de un monólogo el audio de un discurso de la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y detrás del otro monólogo, un fragmento de este editorial del periodista (o más bien operador de prensa) Jorge Lanata.

Juntos, los monólogos son consecuentes con la existencia de una problemática nacional o, en otras palabras, con la coexistencia de dos posturas ciudadanas contrapuestas e irreconciliables. Por separado, cada uno es consecuente con un corpus ideológico determinado por variables personales e históricas.

Una hermana teje y desteje mientras sentencia, justifica, excusa. La otra rara vez deja de acariciar sus manos, su camisa, su pañuelo blanco y bordado.

Santamaría a través del guión y Rubinsztein a través de la actuación materializan esta contraposición con ductilidad y sensibilidad. Los espectadores olvidamos pronto la naturaleza ficticia de este tributo que sienta precedente por el formato elegido, y porque reivindica el rol de la piel en la lucha contra la desmemoria, la inacción, la locura.


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