La transformación digital es una realidad, y las organizaciones deben actuar ya o corren el riesgo de sufrir el mismo destino que aquellas que no hicieron nada para adaptarse a los cambios que trajeron consigo las revoluciones industriales anteriores.
La revolución en la que estamos inmersos empezó a cuajarse hace unas 4 décadas, y en la actualidad está caracterizada por la gran velocidad en los cambios tecnológicos, así como la aparición de nuevos competidores que ya son nativos digitales, haciendo que el panorama desanime a aquellos que no han iniciado este proceso.
Entendemos por transformación digital la combinación de la estrategia y las operaciones del negocio con la innovación tecnológica, la analítica de datos y el diseño de nuevos servicios (o el rediseño de los existentes) para aumentar rápidamente la productividad y el crecimiento en la cadena de valor, entendiendo la misma como la suma de modelos de negocio, productos, experiencia del cliente y operaciones.
De esta forma, la transformación digital pasa por replantear negocios existentes en un mundo donde lo digital es lo cotidiano.
Pero la transformación digital, si bien parece un concepto nuevo, consiste en ponerle nombre al proceso de evolución que han abordado las organizaciones a partir de lo que conocemos, por ejemplo, como Industria 4.0, integrando cada vez más las nuevas Tecnologías Habilitadoras Digitales (THD) en los procesos productivos.
Lo verdaderamente novedoso es la velocidad con la que las organizaciones en la actualidad se enfrentan a los cambios tecnológicos y lo imperativo que resulta la transformación para sobrevivir en la era de la sociedad del conocimiento.
La transformación digital produce resultados evidentes en términos de productividad y competitividad, y debe tener impactos positivos en todo lo relativo con el respeto a nuestro Planeta, por lo que transformación digital y sostenibilidad deben ir de la mano.
Se está demostrando que únicamente las empresas que están acelerando su transformación digital y sostenible saldrán fortalecidas tras la crisis del COVID-19, estimándose que las compañías que tienen en marcha tanto nuevas prácticas digitales como sostenibles tienen casi el triple de probabilidades que las demás de salir reforzadas tras ésta y sucesivas crisis.
Así, el desarrollo de una estrategia para emprender el camino a la transformación digital requiere un enfoque de retorno de resultados, utilizando casos de uso prácticos que faciliten la adopción y el aprendizaje, partiendo del análisis del nivel de madurez digital de la organización, con el fin de determinar las brechas entre la situación actual y el estado deseado.
Hay que ser ecointeligente y mantenerse en movimiento: adoptar una mentalidad ágil, rápida y exitosa que exponga rápidamente a la organización y a las partes interesadas bajo la innovación digital, lo que ayuda a superar la curva de aprendizaje y permite adoptar las innovaciones tecnológicas.
La aplicación de una estrategia ágil permite habilitar y maximizar la entrega de valor digital, avanzando en función de las ganancias tempranas, siendo lo importante en esta estrategia disponer de todos los ingredientes para ir avanzando en esta transición.
La transformación digital depende de las personas, no de la tecnología
En este sentido, es importante recordar que la transformación digital no es un proceso tecnológico, aunque las Tecnologías Habilitadoras Digitales (THD) juegan un papel importante en este proceso de transformación.
Es importante tener presente que las personas son el centro de la transformación digital, y a la vez son la principal causa de la resistencia al cambio, siendo un factor importante a tener en cuenta al abordar un proyecto de transformación digital hacer foco en el cambio la mentalidad de los colaboradores, hacia un proceso en el cual se sientan cómodos experimentando con las ideas sobre nuevos productos y servicios digitales, o la deconstrucción de la cadena de valor actual para rediseñarla y prepararla para los nuevos retos digitales.
Otro factor importante que debemos considerar es lo que se denomina ambidestreza, que no es más que decidir qué cantidad de esfuerzo y recursos se va a destinar a la digitalización de la cadena de valor actual, versus el nivel de esfuerzo y recursos destinado a la generación de nuevos productos y servicios digitalizados.
La importancia de este concepto radica en la continuidad operativa del negocio, ya que enfocar los esfuerzos en una sola de estas aristas, por ejemplo, la digitalización de la cadena de valor actual dejaría un amplio margen a la competencia para captar los clientes de la organización que estén deseosos de nuevos productos y servicios diferenciadores.
En el sentido opuesto, destinar todos los esfuerzos en la creación de nuevos productos o servicios puede comprometer a la organización en términos operacionales, al no contar con procesos optimizados que puedan soportar los nuevos productos y servicios.
Finalmente nos gustaría incidir en que, ante esta realidad, las empresas se ven en la necesidad de alinear su modelo de negocio a las nuevas tendencias e integrar productos, servicios y canales digitales y convencionales, reconociendo que se ha producido una disrupción en la forma tradicional de hacer negocios.
Esta nueva realidad se convierte en un propulsor de las organizaciones a transformarse de cara a las necesidades para un nuevo tipo de consumidor responsable, que va ganando terreno con el tiempo y se hace cada vez más importante.
¡Podemos entender que esta necesidad es a lo que hoy se llama transformación digital!
El artículo ¿En qué consiste la transformación digital? se publicó primero en ecointeligencia - cambia a un estilo de vida sostenible!.