Como era de esperar, después de que mucha gente haya leído quu ya tenemos agregador, ha surgido un debate en mis entornos sobre el liberalismo. En concreto, algunos, con muy mala leche o desde la ignorancia (quiero pensar), me han dedicado adjetivos que incluyen de todo menos guapo (por eso pienso que desde la ignorancia). Realmente, no tragan el hecho de que yo defienda un Estado y que incluya a progresistas en el proyecto. Cuando no me tachan de “socialista”, me tacharán de “estatista” o “dirigista” pero yo siempre he tenido claro hacia dónde quiero mover el liberalismo y por eso dedico esta entrada de hoy para tratar la cuestión. En la próxima entrada, hablaremos sobre el neoliberalismo, que representa una serie de ideas que poco tienen que ver con lo que en España se conoce como “liberalismo”.
Normalmente, los políticos eligen a estrellas internacionales guapas, carsimáticas, para dar este tipo de discursos o presentaciones. Yo no soy una estrella internacional carismática, pero sí soy una estrella individual guapa y pragmática. Por eso es obvio que no queda más remedio que los lectores tengan que conformarse conmigo para estos temas.
Acabo de regresar de tomarme unas copas en Manhattan, por motivos del frío polar y criminal que nos está castigando. He pedido mi copa de siempre y estuve hablando un buen rato con los compañeros sobre este blog. Como muchos de ellos son algo más jóvenes que yo, les comenté que iba a hablar sobre el liberalismo y el futuro. “Alfredo, no intentes ser gracioso en el blog. Sé tú mismo”. (Los amigos siempre saben hacerte sentir mejor).
Pero la verdad es que cuando tenía la preparación de esta entrada en mente, mi problema principal no fue qué decir o no decirle a los lectores, sino qué ponerme para salir al bar bajo este frío tan bestial. Opté por ponerme un abrigo con cuello de visón, un sombrero clásico del siglo XIX que compré hace tiempo en el “East Side”, y un traje británico de lana, con cuadros clásicos conservadores. Era obvio para mí que hoy no tocaba ponerme mis pantalones rosados, pues los tengo guardado por si algún día algunos de mis amigos progresistas ganan las elecciones y les hago una visita. O, igual me servirán para visitar a Bill de Blasio en Gracie Mansion algún día.
En mis comentarios de hoy con respecto al liberalismo del futuro, intentaré seguir el consejo de un gran personaje liberal e inglés, Sir Winston Churchill. (No pensasteis que un liberal clásico como yo iba a quedarse sin citar a Churchill, ¿verdad?) Churchill dijo, “La mente no puede absorber más de lo que el asiento puede aguantar”. Los que me conocéis sabéis que soy muy breve cuando hablo, sin florituras de ningún tipo, sin rodeos afrancesados. Digo las cosas bien claras, a la cara. Así que con ese mismo espíritu, dejadme hacer un comentario sobre el fútbol americano antes de tocar temas serios: hace poco, los americanos que conozco acertaron plenamente sobre mis gustos deportivos cuando adivinaron que mi equipo de futbol preferido en este país son, por supuesto, los NEW ENGLAND PATRIOTS. “Uff, pero es que los hinchas de los patriots sois gilipollas”, podéis decir. Pero bueno, yo no voy a pedir disculpas por la excelencia ni por admirar el mejor equipo de futbol de los EEUU.
A lo largo de los años, he ido conociendo a liberales de todos los países — de México, de República Dominicana, de Puerto Rico, de Cuba, de Reino Unido, de Alemania, de España, de EEUU, de Canadá…¿sigo? De la India, de Japón, de Sudáfrica, de Israel. Por eso siempre es un gran evento cualquier actividad con liberales, porque al igual que UK y USA tienen su “relación especial”, los liberales nos entendemos. Tenemos mucho en común y mucho que combatir.
Al igual que EEUU comparte una gran y preciosa herencia cultural con el Reino Unido (sería imposible imaginarse una América, especialmente un Nueva York, sin los ingleses, galeses, escoceces e irlandeses que tanto contribuyeron a esta gran ciudad), los liberales compartimos un compromiso con la libertad, la democracia y la guerra contra el terrorismo. Y, cómo no, también compartimos whisky y bastante gente guapa en nuestras filas.
Ahora bien, yo nunca he sido elegido a un cargo político fuera del ámbito universitario en NY así que no soy un experto, obviamente, en cómo dirigir un país. Pero los retos a los que nos enfrentamos son idénticos entre los liberales del mundo, aunque quizá en algunos países sea mucho más complicado ser liberal que en otros. Por ejemplo, estimados liberales norteamericanos: en España, es prácticamente imposible que la gente conozca el liberalismo democrático y clásico que aquí se defiende porque allí se asocia el liberalismo con anarquismo, por culpa de 4 charlatanes subvencionados por sabrá Dios quiénes. Hoy hablaré sobre esos retos comunes y cómo los gobiernos, de cualquier tamaño, pueden tratarlos.
Cuando yo decidí participar activamente en la política de mi campus en Columbia, todavía se podía ver el humo saliendo de las Torres Gemelas que habían sufrido el peor ataque criminal terrorista (valga la redundancia) en toda la historia de EEUU. NY había perdido 100,000 puestos de trabajo, la economía entró en recesión, el paro subió en NY a un 8,2% y el déficit de la ciudad superaba los 5 mil millones de dólares. Había una gran incertidumbre hacia el futuro y que las cosas iban a empeorar.
Pero, mirad el NY de hoy gracias a la gestión de un gran líder liberal como fue Michael Bloomberg: el paro está ahora en un 7% y sigue bajando más y más, rápidamente. Las agencias crediticias avalan a NY. El porcentaje de personas que consiguen terminar sus estudios ha aumentado un 20%, la delincuencia ha bajado un 25% y hoy Manhattan es mucho más limpia de lo que fue hace 30 años.
Como los españoles sabéis si habéis visitado a EEUU, el turismo es imparable en NY. Cada vez visitan más turistas de todos los rincones del mundo, incluido muchísimos españoles.
Yo no estoy aquí, por supuesto, para jactarme de nada porque soy liberal. Los liberales somos conocidos por nuestra timidez y modestia. Y si se trata de un liberal joven, guapo, de orígenes gallegos y valencianos como yo, pues más humilidad todavía. Pero sí os quiero decir que el éxito de NY no fue un accidente. No fue porque Bloomberg haya decidido sentarse y esperar a que “el gobierno de EEUU” o un milagro le ayudara. No. Ese NY pulcro que ves ahora es el resultado de estrategias inversionistas sostenidas sobre dos pilares o principios de administración económica por parte del estado: Primero, el gobierno tiene un papel que jugar a la hora de crear las condiciones para que los mercados funcionen. El gobierno está ahí para crear las condiciones adecuadas, no para sustituir al sector privado en lo que no debe. Es raro que un gobierno sea capaz de generar mucha innovación y de hecho ya está muy demostrado que, por lo menos en sistemas democráticos, son pésimos gestores del dinero. Durante cada ciclo electoral, los políticos luchan contra más molinos de viento de los que pudo haberse imaginado hasta el propio Don Quixote de La Mancha.
En segundo lugar, los gobiernos tienen una gran responsabilidad para pagar sus deudas y no pasarle la factura a generaciones del futuro. Ya lo dijo Reagan: “no hay almuerzos gratis”. Quieres más, vale, pero el dinero siempre saldrá del bolsillo de otra persona o de otros programas. Es triste pero los políticos nunca eligen sacar dinero de sus bolsillos, sino de bolsillos ajenos.
Desde mi punto de vista, estos dos principios de administración económica requieren 4 partes: Primero, mejorar la calidad de vida para los residentes y turistas. Segundo, hay que ser estrictos con las finanzas responsables como principio que guía todo. Tercero, invertir en proyectos que pueden desatar la creatividad humana y diversificar la economía. Cuarto, generar líderes fuertes, independientes, con conocimientos científicos y/o matemáticos, a ser posible. Hay que dejar a un lado los dogmas de tal o cual partido y dedicarse realmente a resolver problemas.
En primer lugar, la calidad de vida es el factor más fundamental que los gobiernos sí pueden controlar y está estrechamente vinculad al éxito económico. Actualmente, ciudades como Londres o NY ofrecen una increíble variedad de eventos culturales, bares, restaurantes, programas educativos, etc. Pero no se debe dar nada de eso por sentado, sobre todo cuando hay ya otras ciudades en el mundo que ya ofrecen el mismo tipo de opciones. Por eso, los liberales en ciudades como Nueva York han ampliado sus ofertas — más parques públicos, más inversión en las artes e instituciones culturales. Justamente lo contrario a lo que se ha estado haciendo en España, con tijeretazo tras tijeretazo contra la cultura y la educación. Al mismo tiempo, los liberales deben seguir juntos intentando solucionar problemas básicos de sociedad: tráfico, calles sucias, una red de transportes públicos insuficiente en muchos sitios, y, sobre todo – la lucha contra la delincuencia y la pobreza.
Sé que en Londres, por ejemplo, mis amigos en la derecha liberal están cada vez más alarmados por el creciente número de jóvenes fuera de control, provocando más delincuencia en las calles de Londres. La lucha contra el crimen es como la lucha contra las enfermedades y NY tuvo que aprender qué funciona y qué no. La única pregunta relevante en todo esto es si estás dispuesto a pagar (junto a tu gobierno), el precio necesario para luchar contra la inseguridad. Esto es imprescindible porque el precio del fracaso será evidente no solo en las calles, sino en la economía. NADIE quiere vivir en una ciudad insegura.
Los liberales deben ser absolutamente implacables contra la delincuencia sin pedir disculpas por ello. Las tecnologías deben seguir desarrollándose para tal fin así como más transparencia por parte de las fuerzas del orden para que se impida cualquier abuso innecesario. Hay que dirigir recursos contra la delincuencia allá donde estén los problemas, no los votos. La lucha contra la delincuencia NO es barata, pero nada puede sustituir hordas de policías apatrullando las calles de las urbes globales.
A esto hay que añadirle la lucha contra el terrorismo, absolutamente imprescindible para el liberalismo del futuro. Seguirá siendo un reto para la seguridad nacional, pero también además una necesidad económica. Los brutales ataques terroristas de nacionalistas católicos irlandeses en el Reino Unido de los años 80 provocaron una seria crisis económica en el Norte de Irlanda. Pero ahora aquello es otro mundo y hemos visto como el crecimiento económico está vinculado a la paz y a la seguridad. Esto vale para cualquier rincón del mundo.
En segundo lugar, puede sonar como una contradicción, pero los liberales tenemos que ser conservadores en materia fiscal. Yo no puedo hablar por todos los partidos del mundo, pero en el caso americano, demasiados políticos que se hacen llamar “conservadores” no tienen problema alguno con los déficits y más endeudamiento masivo. Rechazo absolutamente esa filosofía de endeudamiento.
Ahora bien, ser un conservador en cuestiones fiscales NO tiene NADA que ver con eliminar programas que realmente ayudan a los pobres o mejoran la Sanidad pública de todos o mantienen una red de seguridad para los más pobres.
El conservadurismo fiscal es insistir que los servicios se ofrezcan con eficiencia, únicamente para personas que realmente los necesitan, y así conseguir los deseados resultados. Los “conservadores” en lo fiscal tenemos corazones también, pero además insistimos en usar nuestros cerebros y eso significa exigir resultados positivos y responsabilizar al gobierno a la hora de producirlos o no.
Para mí, el conservadurismo fiscal significa tener presupuestos saneados, equilibrados, no generar déficits que la próxima generación no podrá pagar. Significa hacer más con menos. Significa reducir impuestos ÚNICAMENTE cuando sea posible y subirlos cuando se tenga que equilibrar el presupuesto y solo mezclando todo esto con recortes de gasto si es necesario.
El conservadurismo fiscal también significa no poner todos tus huevos en la misma cesta. Esto nos trae al punto número 3 de todo esto: invertir en actividades que incentivan las actividades del sector privado y eso diversifica a la economía. Esto puede ser desde la inversión en nuevos transportes o en infraestructuras energéticas.
Pero lo más importante que quiero destacar en mi mensaje de hoy es que el liberalismo del futuro no va a ser un fenómeno construído desde abajo como lo fue antiguamente. El liberalismo del futuro será menos “dogmático”, menos “anti-estado”, más pragmático y cada vez más una idea que emanará desde arriba en vez de desde abajo. Dicho de otra forma, será un liberalismo más preocupado por conseguir un equilibrio entre las necesidades sociales y las realidades del mercado.
Tenemos que dejar atrás el discurso trasnochado de la Guerra Fría y centrarnos en problemas actuales modernos, como la falta de vivienda y cómo solucionar eso o cómo mejorar la educación y otros servicios públicos en un mundo donde cada vez más personas se están mudando a centros urbanos.
Esto es todo. Son pinceladas de intenciones, pero no he entrado en mucho detalle filosófico. Para eso servirá la próxima entrada, que será mucho más detallada que esta.
Gracias a todos y seguid luchando para que el mundo sea más libre y próspero.