Revista Deportes
Circula por esos universos de Dios un curioso meteorito, de un par de kilómetros de diámetro, llamado NT7. A la piedra, caprichosa de por sí, se le ha metido entre arista y arista, viajar en rumbo de colisión contra nuestro planeta. Algunos expertos en estas cuestiones han calculado que el hipotético impacto tendría lugar el 1 de febrero del 2019. Ojo al dato; ni un día antes, ni uno después; no, el 01/02/19. Con la misma seguridad, los citados entendidos declararon que "el error sobre nuestro conocimiento actual del lugar donde NT7 estará el 1 de febrero de 2019 es, bastante grande", rematando la alarmante notícia con una tranquilizadora matización: "hablamos de una diferencia en varios millones de kilómetros". La previsión quedó posteriormente desmentida por estudios más certeros pero el peligro, en materia de choques interestelares, no ha desaparecido del todo. Éste u otro pedrusco podría impactar sobre nuestro amado planeta en fechas cercanas al dos mil veintitantos. Nada, que no podemos vivir en paz.
No tan lejano en el tiempo, ni en el espacio, deambula por el universo NFL un cometa de igual magnitud. Ante la aparente indiferencia de propietarios, organización y jugadores, el suceso amenaza con tener unos efectos tan o más catastróficos que el citado NT7: dejarnos sin competición durante toda la próxima temporada. El problema es uno de los más viejos de la humanidad: la pasta, los cuartos, los machacantes, la plata, la mona, los verdes, la guita, el efectivo, el cash, el peculio, la pela, los caudales, el contante y sonante, vamos, lo que viene siendo el puro y vil metal; el dinero.
Por una parte, los jugadores exigen cobrar más, teniendo en cuenta -aducen-, el exponencial aumento de los ingresos que los equipos han experimentado a lo largo de los últimos tiempos, con una revalorización cercana al 500% en menos de 20 años. Los mentideros de la NFL especulan si la mejor vía sería la de aumentar el tope salarial (salary cap) que las todas las franquicias tenían estipuladas hasta esta temporada, o bien la discutida ampliación de la regular season a 18 jornadas. Por contra, los propietarios de los equipos aducen que el balance de la cuenta de explotación arroja cuantiosas pérdidas por lo que un aumento en sus costes salariales sería un auténtico suicidio. La solución propuesta, en su opinión, pasaría por una sana reducción de dichas partidas, de un 59% a un 41%. Al parecer, los jugadores recibirían esta medida con pocas muestras de entusiasmo e incluso algunos habrían preferido que les rociaran sus espaldas con un buen e incandescente cubo de plomo fundido.
Está claro que una hipotética huelga no beneficiaría a nadie. Los jugadores perderían un valioso año de su vida profesional, además de ver como se desplomarían sus ingresos. Los clubs, a pesar de que parece que tendrían garantizado el cobro de una parte de los derechos de televisión -aún en el caso de no celebrar partidos-, dejarían de ingresar varios cientos de millones de dólares por cada encuentro que, como local, no se televisara, por no hablar de los ingresos por taquillas, merchandising, etc. No podemos engañarnos, una empresa que no ejerce su actividad, necesariamente recibirá un muy duro golpe. Y ni que decir tiene el tremendo daño que para la National Football League tendría la suspensión de la temporada. Precisamente siempre se puso como ejemplo de mala visión empresarial aquel lockout -o huelga patronal- que a finales de los noventa suspendió la NBA durante 191 vergonzosos días y de la pérdida de imagen que la competición ofreció a sus seguidores.
Faltan aún muchos meses para que sea posible ver la luz al final del túnel. Los dos púgiles (jugadores y propietarios) apenas han iniciado las hostilidades, los golpes de tanteo se dibujan en el aire. Goodell se limita a observar y pensar que restan muchos asaltos que arbitrar. Las amenazas y tomas de posición serán moneda habitual en los medios hasta que esta temporada entre en su recta final. Y a medida que vaya llegando ese momento, todos irán tomando conciencia del grave problema y de la necesidad de atajarlo en una mesa de negociación. No puedo finalizar este artículo sin acordarme del bueno de DeMaurice Smith, director ejecutivo de la Asociación de Jugadores de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFLPA) quien, al más puro estilo "experto en colisiones siderales" declaró, a principios de año y en tono muy comedido -como le corresponde al cargo de responsabilidad que ocupa-, que el riesgo de huelga "en una escala del 1 al 10, puedo decir que es un 14". Con un par Mr. Smith!.