Revista Cine
* A ANTONIO RODRÍGUEZ (ANRO), IN MEMORIAM.-
Que aSusanne Bier no le asusta adentrarse por los vericuetos de laviolencia —sus motivaciones, causas, efectos y derivaciones—, esalgo que ya demostró sobradamente con “Hermanos” (“Brodre”,2004), un film de dureza inusitada, absolutamente estremecedor, y queinterconectaba con maestría dos ámbitos geográficos y emocionalesenormemente distantes con la violencia como eje conductor. “En un mundo mejor” vuelve a incidir en esa línea, y, siguiendo pautastonales y estilísticas ya asentadas en la obra de la directoradanesa, nos ofrece una nueva historia con ese componente, el de laviolencia, como leit-motiv sobre el que se articula una trama densa,rica en matices argumentales y emocionales, que termina dando cuerpoa una propuesta filmica más que notable.
Unapropuesta en la que Bier demuestra que no hay por qué identificarbrío y buen pulso narrativos con celeridad ni precipitación; en elguión, así como en la puesta en escena, de “En un mundo mejor”suceden muchas cosas, el aluvión de acontecimientos y vivencias porel que pasan los personajes que conforman el abanico humanodesplegado en la trama, es ciertamente notable en volumen y variedad,pero eso no empuja a la directora a imprimir velocidad ni a susimágenes ni a sus personajes: la historia avanza con buen ritmo,pero el espectador siempre encuentra el reposo necesario para que lasreflexiones inducidas por todo aquello que está pasando (y auncuando las mismas tengan enjundia para ir mucho más allá delmomento en que se encienden las luces de la sala) se puedan irasentando y aclarando, de manera que podamos llegar a entender lasmotivaciones y actitudes de los humanos que pueblan la pantalla.
Elencadenamiento —suave y preciso—, la concatenación de relacionescausa-efecto en que se despliega la historia, siempre con laviolencia como motor de acciones y omisiones de todos y cada uno delos personajes (y no solo la física y explícita, sino también lainconfesa, la reprimida, la ignorada…), es otro de los puntosfuertes de una construcción dramática muy consistente, y que pese ala dispersión de ámbitos personales —en edades, especialmente—y lugares —con esa querencia por los episodios vinculados a laactividad de ONG humanitarias, situados en lugares exóticos, que yamostrara en la magnífica “Después de la boda” (“Efterbrylluppet”, 2006), como contrapunto a los escenarios “civilizados”de su Dinamarca natal—, no se deshilvana en ningún momento.
Y no setrata de un empeño sencillo: la trama pone en juego un cúmulo desituaciones y episodios muy amplio, y que, además, se desplaza através de un crescendo emocional muy fuerte; el contraste entre lasuavidad de las imágenes y la dureza de las situaciones que lahistoria pone sobre el tapete pueden llevar al espectador a un estadode ánimo acongojado, pero el guión resuelve esa contraposición através de un cierre que va reajustando y suavizando las aristas máscortantes previamente marcadas. ¿Concesión, ablandamiento? Es unaopción autoral, tan legítima, en términos morales, como cualquierotra, pero que, en cualquier caso, Bier resuelve, en términoscinematográficos, de manera nada chapucera, sin privar del másmínimo punto de coherencia a sus tesis argumentales previas, y sinque, por otro lado, haya en tal opción narrativa un juicio explícitosobre esa violencia contra la cual, en último extremo, la autora seposiciona siempre a través del dibujo ético de sus personajes.
Para cerraresta admirativa (a qué negarlo...) reseña sobre la hasta ahoraúltima cinta de la más afamada realizadora danesa, no me gustaríadejarme en el (ciber)tintero una merecida mención al cuadro deintérpretes, y, muy especialmente, a sus dos protagonistasinfantiles: William Jonk Nielsen y Markus Rygaard son los dos nombres de los dos actores preadolescentes que, con unamadurez y una maestría impropios de su corta edad, bordan dospersonajes especialmente complejos, por unos vaivenes emocionalesque, aun plenamente identificables con clichés y estereotipos de losque se suelen asociar a ese tramo vital tan particular, se vencondicionados por circunstancias específicas muy intensas; ambos semueven con sorprendente naturalidad en ese tobogán tan intenso, ycuajan sendos trabajos calificables como sobresalientes (por cierto,y curiosamente, no podía dejar de pensar, mientras lo disfrutaba,que estos dos trabajos, de haber estado a cargo de dos actoresespañoles, no podrían ser premiados con un Goya; qué disparate…).
Estamos,en suma, ante una cinta de enorme interés: sensible, dura, hermosa,profunda, insertable claramente en la mejor tradición de un cineeuropeo de enjundia y reflexión (y no por ello plúmbeo ni aburrido)en el que Susanne Bier se asienta ya de manera clara y terminante,con una voz propia y perfectamente identificable; los cinéfilos deesta vieja y baqueteada Europa podemos sentirnos profundamentesatisfechos de contar con ella (en Estados Unidos, como no sabendanés, tendrán, como de costumbre, que hacer una versión propia;cosas veredes…).
* APUNTE DEL DÍA: publicado en Suite101 un artículo ligerito sobre el "aflojamiento" del 3D en los cines...