Hace algunas semanas circuló por la red un emocionante video de un joven con Trastorno Obsesivo Compulsivo, quien leía un poema de amor de su autoría, de un modo tan conmovedor y hasta desgarrador, que su sentimiento traspasaba la pantalla del computador.
Cuando lo leí me sentí identificada con mis miles de manías, pero cuando vi el video de Neil Hilborn declamando, no pude contener las lágrimas. De las más de 4.229.000 visitas que tiene el video en Youtube, apuesto que 229.000 son mías (y lloro en cada una de ellas).
Aquí les dejo el poema que me pone los pelos de punta.
Me identifiqué tanto, porque quizás lo mío no llega a un trastorno psiquiátrico, pero soy una obsesiva de aquellas. Siempre, cada cosa debe estar en el mismo lugar, los mismos rituales antes de dormir y al despertarse, lavarse las manos cada cinco minutos... Hace poco leí que la repetición de frases al escribir o hablar es un rasgo del TOC. Para las que suelen leerme, ¿se han fijado la cantidad de sinónimos que uso para enmarcar un sentimiento? Esa es la levedad, pero existencia al fin, de mi TOC.
Y al leer este poema me di cuenta que cuando me enamoro el mundo se pone de cabezas, y esas obsesiones se transforman... o quizás se olvidan, porque tu mente está en un lugar más importante. Neil olvidó los gérmenes en su piel y la fila de autos que se estrellaba, y estancó su mente en algo hermoso, en alguien hermoso.
Y hace poco también conocí a alguien... y me enamoré. ¿Cómo tengo tanta certeza de ese sentimiento? Lo sé porque leí este poema y de un modo similar, olvidé todas las tragedias que pueden ocurrir si no haces las cosas como se "debe" y tan sólo pensaba en lo feliz que era con él. Ella amaba las obsesiones de Neil, pero él se reía de las mías... y por estancarme en lo hermoso, las olvidé.
Lo sé porque él se metía a la cama y pataleaba para dejar todas las cobijas revueltas... y yo sólo reía, olvidando que las líneas ya no estaban paralelas, que las sábanas deben caer una cuarta a cada lado de la cama, que cada frazada debe estar metida bajo el colchón, exceptuando la tercera y la última. Sin importarme que la sábana superior debe doblarse 15cm. cubriendo las frazadas, pero no el cobertor.
Lo sé porque me deleitaba peinar tu pelo mojada sobre mi cama mientras nos alumbraba el sol que ya es de primavera, y perderme en cada cabello y embriagarme con su olor, olvidando la regla de que a mi habitación hace 7 años que no entro con el pelo suelto ni mucho menos me lo cepillo en ella o debo pasar días en cuclillas recogiendo los pelos que caen uno por uno.
Lo sé porque por no soltarle la mano y sentirlo cerquita cada minuto, me quedaba dormida con mis cinco anillos puestos, cuando siempre me saco todos exceptuando el que va en el dedo anular de la mano derecha.
Lo sé porque para que se quedara conmigo le prestaba mi almohada, sin importarme que la de color blanco tiene que ir siempre sobre la que tiene funda de colores.
Lo sé porque nunca le dije que odiaba las marcas que dejaba al pasar la mano por el espejo empañado, siendo que mi costumbre el desempañarlo con el secador de pelos trozo a trozo para no dejar marcas.
Lo sé porque por fin pude dormir con la luz apagada y la puerta cerrada, porque me sentía segura a su lado, olvidando que ésta debe quedar abierta la distancia que deja una toalla que siempre está colgada en el picaporte y siempre una luz, una velita o el televisor para alumbrarme toda la noche, ya que al despertar, sin importar la hora, debo ver claramente que cada cosa sigue en su lugar.
Lo sé porque cuando le iba a ver a su trabajo me encantaba que acariciara mi rostro, porque en ese lugar era la única muestra de afecto que podía darme, a pesar que las tenía llenas de azúcar, cerveza, menta y todo lo que llevara el happy hour del día, dejando de lado la regla de que sólo pueden tocar mi cara aquellos que tengan dedos largos y delgados, manos frías y correctamente higienizadas.
"¿¡Cómo puede ser un error que no tuviera que lavarme las manos después de tocarla?!" Sentí que esa frase la escribí yo, la de ese poema soy yo.
Estoy tan, tan segura que me enamoré de ti, que ahora que te fuiste y sé que no regresarás, dejé de tender la cama por las mañanas, y me gusta volver a casa y encontrarla desecha y alborotada, porque quiero imaginar que estuviste en ella y pataleaste solamente para enfurecerme.
No sé escribir poemas, y quizás mis palabras no ganen ningún concurso, ni hagan llorar a miles de lectores, pero te aseguro que tu ausencia duele tanto que de un modo similar y opuesto a Neil, ahora dejo la puerta de mi habitación cerrada y duermo con las luces apagadas porque en la oscuridad de la noche no puedo ver tu ausencia.