Manolo Rivas y Suso de Toro.
Uno de los fenómenos paranormales en los que lo que llaman cultura gallega está más encantado de conocerse, es lo que se conoce por Premios da Crítica de Galicia. Estos premios constan de varias categorías y comenzaron siendo una cosa organizada entre colegas allá por 1978. En 1992 registran la Fundación Premios da Crítica de Galicia como fundación benéfico-cultural privada. Al año siguiente la Xunta de Galicia la reconoce como «de interese galego» y pasa a patrocinarla. Y a vivir que son dos días.Sobra decir que lo de la «crítica» es en sentido figurado: los jurados los decide esa fundación. En ningún momento el mecanismo de los premios sigue algo remotamente parecido al mecanismo de los Critics' Choice Awards (ahí las votaciones las hacen (muchos) críticos de forma anónima). Esta merienda de negros de la que os hablo lleva 35 ediciones. 35 ediciones de hondísima preocupación por la cultura gallega, por tratar de derribar el bloqueo mental y el autoodio, por sacar a la luz a nuestros caballeros y damas de la cultura, guías de un mañana sublime, etc.
Foto de la junta directiva de la fundación en 2011. Sí, la foto está tomada en la Cidade da Cultura. La cogí del blog de la fundación y el archivo se llama «cultura.jpg».
35 ediciones de las que me fijo en el premio de creación literaria (¿a quién le importa el resto?) y viendo los ganadores, me entran ganas de preguntar a alguien si lo de la endogamia se lo han mirado bien. Los propagandistas de estos premios, a sueldo de forma directa o indirecta de lo que rodea a esta fundación y a la consellería, no dejan de hablar de poner la creación artística gallega al mismo nivel que otras, de reclamar para sí un lugar en la universalidad, etc. Claro, eso mola, pero es que de 35 ediciones se han repetido 11 premiados (y uno tres veces). ¿Qué carallo dirán de la universalidad de la creación gallega cuando los «fornecedores da cultura»... se votan entre ellos? Manda narices.Y es más, ¿por qué diablos los Premios da
Por cierto, la Xunta tiene otros premios, que son las Medallas de Oro de Galicia, más institucionales (todavía), y en las que han coincidido algunos galardonados con los premios da crítica. Y acabo de descubrir que existen las Medallas de Plata y de Bronce. Hay cientos de premiados, destaca entre los pseudo-afortunados la subespecie de «caciques peperos», genial.
¿Se traduce este jolgorio de premios en comandita con una sana producción editorial y un mercado literario respetable? No. ¿Para qué andar con rodeos? Un viajero del tiempo que esté en 1995 mirando los estantes de una de las pocas librerías especializadas en literatura gallega, si la mira hoy no encontrará mucha diferencia. Están los mismos libros: los que mandan comprar los profes de gallego en los colegios. Una especie de asfixiante espiral de la que no salimos. Una infranqueable barrera de entrada para cualquiera que tenga una pequeña obra y busque una oportunidad. ¿Qué escritor nuevo va a poder competir con las fantasías de Neira Vilas y sus cuentos de posguerra? ¿Cómo va a ser libre el mercado editorial si las entrevistas en la prensa se las hacen a los tres de siempre (quienes por cierto, escriben en esos mismos periódicos)?
Pone Alabama, pero eso parece Soutelo de Montes.
Bueno, miento, nuestro viajero del tiempo sí encontrará una diferencia: los diccionarios ya no se llaman así, sino «dicionario» porque la normativa del 81 la cambiaron en el 2003 siguiendo criterios científicos y serios de inventamos el idioma que nos sale de los huevos. «Dicionarios», by the way, que cuestan un pastón, pero que como cambian la normativa, hay que comprarlos.Hala, a fornecer, chavales.
Y encima —lo puto peor de todo—, hay que aguantarles llorando por las esquinas, lamentándose de que la gente no lea en gallego. Colegas, escribís mierdas que no interesan al público y encima usáis el idioma como herramienta endogámica de vuestras cuchipandis, ¡lo raro sería que la gente leyera!
Nota: «fornecer» en gallego significa «abastecer», pero yo lo empleo con el significado de «cuando un caradura dice fomentar algo, pero realmente pretende fomentarse a sí mismo».