Revista Comunicación

Enemistad, victimismo y nacionalismo, las estrategias discursivas de Vladimir Putin

Publicado el 23 noviembre 2022 por Ramón Ramón Ramón @ramonramon

Vladimir Putin, es sin duda, uno de los personajes políticos más famosos y polémicos de los últimos tiempos. No solo por llevar más de 20 años en el poder de una de las potencias mundiales, o ser el representante de uno de los polos políticos e ideológicos más importantes del mundo. Sino también por el liderazgo que ejerce a nivel mundial desde que asumió el poder en el año 2000.

Los discursos y jugadas políticas de Putin siempre han dado de qué hablar. Su ataque frontal contra los principales líderes de occidente, sus alianzas con gobiernos polémicos como el de China o Corea del Norte. Así como su influencia en algunos países de medio oriente y Latinoamérica, y la actual guerra con Ucrania, lo convierten en uno de los personajes más mediatizados en la actualidad. De igual manera, uno de los liderazgos que mayor preocupa o amenaza la hegemonía norteamericana y de sus socios europeos.

Al ser un personaje tan mediático e influyente, uno de los elementos que más llama la atención de Vladimir Putin es su puesta en escena, retórica y discursos. Con frecuencia, el jefe de estado ruso es bastante categórico e incisivo para referirse a sus contendientes políticos. Al mismo tiempo, se muestra como una figura paternalista y que llama a la unidad siempre que se refiere al pueblo ruso.

En este sentido, y con el fin de explorar cuáles son las principales líneas discursivas del mandatario y cómo esto se evidencia en su liderazgo y campañas políticas, a continuación, haremos un breve análisis sobre algunas de las características de sus comunicados y cómo influyen en la opinión pública global.

Putin y sus principales líneas discursivas

En concreto podríamos afirmar que el discurso de Putin se caracteriza por dos líneas discursivas muy concretas, por un lado, un fuerte nacionalismo o neonacionalismo ruso. Desde esta perspectiva se alienta siempre la idea de la gran nación rusa y el anhelo de unificación de todos sus territorios históricos. La segunda, un discurso basado en la idea de un enemigo externo y un victimismo frente a ese enemigo que es occidente. Estas dos líneas principales, son usadas por Putin tanto en lo interno como en lo externo.

En el primer caso, dichos argumentos son desarrollados por el mandatario para perpetuarse en el poder, así como para llamar a la unidad del pueblo ruso. Es posible identificar estas líneas, por ejemplo, en sus discursos de campaña y en la forma como se gestiona el Estado ruso. En segundo caso, la retórica de la enemistad y el victimismo, pululan en las declaraciones de Putin en los escenarios internacionales, y básicamente, es esta su forma de justificar las agresiones bélicas, incursiones e intervenciones en los territorios aledaños a Rusia, como es el caso de la actual guerra con Ucrania.

El nacionalismo y el discurso antioccidental

Desde que Vladimir Putin asumió el cargo como director del Servicio Federal de Seguridad en 1998 y dio inicio a la segunda guerra con Chechenia, la defensa de la causa nacionalista rusa no ha cesado de aparecer en su discurso. Si entendemos el nacionalismo tal como lo ha definido Ernest Gellner como "el principio político que sostiene que debe haber una congruencia entre la unidad nacional y la política". O como una "teoría de legitimidad política" que prescribe que los límites étnicos no deben contraponerse a los políticos. Entonces podemos describir a Putin tal como lo define Francesc de Carreras como un nacionalista identitario.

Esto es, un líder político que a toda costa ha buscado la reunificación de los territorios que guardan algún vínculo con la actual Federación Rusa, ya sea a través del lenguaje, historia o identidad étnica. En sus declaraciones, Putin nunca han dejado de alentar una idea de Rusia como una gran patria, la misma que combatió al nazismo, la primera en ir al espacio antes que los norteamericanos. La única y gran Rusia que no tolera ni permite las intromisiones de los poderes occidentales. En definitiva, una Rusia que está dispuesta a confrontar una realidad mundial unipolar con Estados Unidos a la cabeza.

Tras sólo un año de ocupar este cargo, en 1999 Putin tuvo que asumir como primer ministro interino, y presidente en funciones luego de la dimisión de Boris Yeltsin. En el año 2000 y tras convocar a elecciones, fue elegido en primera vuelta. Para entonces Putin debió tomar el mando de un país con un Estado casi desmantelado posterior a la desintegración de la URSS y en decadencia durante la década de los noventa. Esto quería decir, un país profundamente desigual, donde el poder privado había sustituido lo público.

En este contexto, para Putin no hubo otra salida más que reforzar el poder del Estado y aislar a los empresarios fuera del gobierno, confinándolos únicamente al ámbito del mercado. Desde este gran primer paso, Putin no ha dejado de reforzar la identidad nacional rusa a través de los símbolos del Estado, siendo el ejército y su causa uno de los principales. Al mismo tiempo, ha alimentado fuertemente el orgullo y patriotismo ruso, primero al defender la lengua y la historia, pero también, tratando de unificar todos aquellos territorios donde, por ejemplo, se habla ruso. En consecuencia, si consideramos esto, y analizamos los diferentes conflictos bélicos promovidos por el Kremlin, con Putin a la cabeza, como fue el caso de Chechenia, Osetia del Sur, Crimea en 2014 y la actual guerra con Ucrania, ninguno resulta gratuito en este objetivo de reconstruir la gran nación rusa.

El discurso del enemigo y el victimismo como estrategia electoral y política

Todo lo anterior no ha sido posible sin una retórica muy concreta que promueve clara y continuamente la idea de un enemigo externo, Occidente. Desde esta perspectiva, Rusia está constantemente amenazada por un gran poder externo que busca infiltrar y aniquilar todo lo que representa el pueblo y Estado ruso, de ahí una constante necesidad de defensa y de extensión de fronteras.

Al mismo tiempo, esta retórica ha ido acompañada de un fuerte victimismo ante occidente. Donde se muestra a Rusia y su pueblo como una nación vulnerable a los poderes de corte neonazista que pretenden socavar las instituciones y el pueblo ruso. Para Putin, Rusia es un país rodeado de enemigos, ante lo cual la única salida es hacer valer su posición como una superpotencia, siendo la fuerza, o la demostración de la misma, una de las formas predilectas. Un claro ejemplo de esto son algunas de las declaraciones dadas con ocasión de la ofensiva en Ucrania, en las que Putin afirma que:

"¡Queridos camaradas! Sus padres, abuelos, bisabuelos no lucharon contra los nazis ni defendieron nuestra patria común para que los neonazis de hoy tomaran el poder en Ucrania"

De acuerdo con analistas como José María Faraldo, quien precisamente ha estudiado el nacionalismo ruso moderno y cómo Putin lo impulsa. El discurso victimista que señala cómo el pueblo ruso ha sido perseguido a lo largo de los años por los mismos enemigos que le rodean, y por lo tanto, es mucho mejor que estos le teman antes que los quieran, ha sido fuertemente promovido por el mandatario durante sus años en el poder.

Todo este discurso de victimismo y enemistad también ha sido una de las principales armas políticas de Putin para perpetuarse en el poder. Ante el pueblo ruso, Putin se ha encargado de mostrarse como el único que puede lograr mantener la unidad de la nación contra las amenazas externas y el acecho del neonazismo. En esa medida, una de las líneas centrales de campaña ha sido llamar hacia la unidad del pueblo ruso, para luchar contra los enemigos que hostigan la soberanía nacional. Muestra de ello fue lo pronunciado en una de las últimas contiendas electorales, en 2018, en el que se refería a los asistentes al mitin político en el Estadio Lenin así:

"Nadie lo hará por nosotros si no lo hacemos nosotros mismos (...) Si lo hacemos juntos, las próximas décadas, todo el siglo XXI, estará marcado entonces por nuestras brillantes victorias".

A modo de corolario

En definitiva, vemos un Putin que sustenta su liderazgo, tanto nacional como internacionalmente en una retórica hostil y de confrontación constante. El llamado latente hacia la defensa de enemigos internos y la unificación radical de la nación rusa, en la que además el disenso y la crítica están fuertemente censuradas, dejan ver cómo el proyecto político de Putin está fuertemente guiado no sólo por una idea de nacionalismo y neoimperialismo, sino incluso por algunos rasgos totalitaristas.

Si además consideramos el guiño político a otros regímenes de tinte similar como el chino y su proyecto conjunto de construir un bloque que dispute el orden unipolar o hegemónico actual, con potencias como Estados Unidos a la cabeza, entonces podríamos afirmar que el orden mundial tal como lo conocemos está en camino de una radical transformación. Lo más preocupante de este proceso es que se lleve a cabo a través de la confrontación bélica radical y extendida como ya lo estamos experimentando en la actualidad, así como las nefastas consecuencias y amenazas a la estabilidad política y económica global.

En este día...


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