Tras la inmensa Prisioneros, Denis Villeneuve nos trae una propuesta mucho más enigmática y arriesgada. Hay películas que se alejan de lo narrativo para intentar transmitir algo más abstracto, como una sensación o una atmósfera que transporte al espectador a otro sitio. Películas que necesitan de la participación y generosidad del público para descifrar lo que está pasando y encontrar así un significado que no verán en pantalla. En esta liga juega Enemy, un cuento perturbador sobre un chico que descubre que tiene un doble. Villeneuve consigue transmitir mal rollo desde el primer fotograma, y eso es gracias a una dirección, puesta en escena y banda sonora excepcionales. Sólo añadir que Gyllenhaal sigue cotizando al alza, por tercera peli consecutiva.
Lo mejor: su atmósfera malrollera.
Lo peor: es tan críptica que más de uno puede sentirse estafado.