LEEMOS MAL EL MUNDO, Y DECIMOS LUEGO QUE NOS ENGAÑA. R. Tagore
El Sol saldrá a las 5,53h. y se pondrá a las 18h.
La sociedad industrializada necesita energía barata para poder fabricar y ofrecer servicios con el mínimo costo. En realidad, debiéramos reconocer que la energía se encuentra no sólo en la base del progreso técnico, sino también en la propia organización social. De esta forma, si falla ésta se desmorona la vida y los distintos ecosistemas.
Lo cierto es que el ser humano dispone de energía en abundancia y que si escasea, es porque se derrocha a causa del tinglado social y económico en el que vive. Es poco entendible que por cada caloría de valor nutrivo que tienen los productos de los supermercados se desperdicien muchas más en emboltorios, aditivos o propaganda. De la misma manera, se malgasta energía en régimen de competencia para producir materias de distintas formas, pero que tienen el mismo destino y uso. Poco se puede añadir a la costumbre de fabricar productos no diseñados para durar y que consumen gran cantidad de energía en su producción y posterior distribución.
La sociedad moderna se inmola a sí misma haciendo uso de los vehículos a gasolina para vanalidades, al tiempo que utiliza los sistemas de calefacción o refrigeración con la mayor irresponsabilidad. En otras palabras, la civilización moderna prioriza acelerar la producción de artículos que roten lo más rápido posible, aunque para ello tenga que malgastar materias primas y agotar fuentes de energía. De esta manera, confunde cantidad de bienes con calidad de vida.
Si observamos con atención la naturaleza, constataremos que los organismos vivos precisan de muy poca energía para desarrollar labores complejas. Así, las plantas utilizan tan sólo un 1% de la luz para realizar la fotosíntesis; sin embargo, el ser humano, para consumir 2500 calorías al día, gasta el equivalente al consumo de una bombilla de 120 W. de potencia. El resto del desperdicio energético se realiza para actividades secundarias de comodidad y placer. Se da la paradoja de que cuanto más nos alejamos de la naturaleza, mayor es el consumo energético necesario para vivir. Hasta el punto de que son los habitantes de las grandes ciudades quienes más energía consumen para sus relaciones sociales.