Enfoques filosóficos del problema de la historia
Wesles Sedano José Luís García García¿Con que enfoque filosófico nos acercamos a los problemas históricos?
Tendemos a proyectar en otras cosas los valores propios, ya sea desde nuestra religión a otras religiones, desde nuestros valores culturales a los valores culturales ajenos ya sea, los valores culturales de otras naciones en el presente, como los valores culturales de naciones del pasado. Esta disonancia de valores impide que podamos entender el comportamiento, las causas o el modo de actuar de las personas.
La ciencia como habla común, actualmente el habla común para señalar a los sabios que producen fenómenos y artefactos sorprendentes es el de los científicos y el de la ciencia, pero en el pasado esa función era cumplida por otras personas, ya fueran magos o alquimistas. Tendemos a verlos como charlatanes, pero esa es una transposición de valores
Usando la terminología científica, tendemos a buscar estructuras análogas a nuestras actuales definiciones, pero el error es el de proyectar las mismas funciones y los mismos nombres.
De esta manera, por ejemplo autores como Lalende la palabra ciencia puede equipararse a la palabra Episteme de la antigua Grecia. Aunque esta no es tan mala, no son pocos los autores que tratan de químicos antiguos a los alquimistas Brakel (2000) hace una referencia a Averroes un alquimista Islámico tratándolo de químico “but many other philosophers, physicists and chemists, figure too: Averroes, Boyle, Descartes...”, o de astrónomos/matemáticos a los magos de oriente medio (Jones, 1991; Stephenson & Fatoohi, 1993; Van der Waerden, 1949).
El problema se agrava aún más si entendemos como nos lo señala Barona (1994) que aun en la actualidad no tenemos un sentido unificado de la expresión ciencia, actualmente tenemos un grupo de ciencias, con una variedad de técnicas, programas de investigaciones, objetivos, problemas resueltos y problemas por resolver, pero no tenemos un sentido unificado de ciencia moderna, por lo cual, designar en el pasado que es ciencia y que no, no solo es anacrónico, se basa en una presunción basada en un problema no resuelto aún en la contemporaneidad.
Las fronteras de la ciencia son una construcción moderna, y aunque no tenga una definición clara, si tiene una serie de valores axiomáticos como bien lo podemos comprobar en el texto de Echeverria (1995). Por lo que, resulta intuitivo, tentador, y de hecho completamente involuntario en la mayoría de las ocasiones transponer un valor propio de una cultura moderna, a una lectura antigua en la cual dicho valor no existía, y en la que quizá existieran valores que no podríamos entender.
De esta manera tal vez es que surgen ciertos estudios de las ciencias que olvidan que los valores científicos son valores modernas, y que de manera intuitiva proyectan dichos valores hacia el pasado. Un ejemplo de ello es el valor del progreso muy arraigando a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX (Boling, 1984; Nisbet, 1980). Con la idea de progreso podemos generar una historia lineal, desde algo menos perfecto, hacia algo más perfecto.
El positivismo se basó precisamente en la opinión de que el conocimiento humano habría pasado por ciertas etapas de desarrollo, desde uno menos perfecto “mito” hasta uno más perfecto y útil “logos”. Las lecturas positivistas se hacen desde el punto de vista del observador histórico al final de su devenir histórico “es decir, él es el último en la cadena de tiempo” por lo que tiende a (1) proyectar su escala de valores a los fenómenos pasados (2) a leer los fenómenos pasados en términos de lo que bajo su punto de vista fueron fenómenos históricos válidos y victoriosos; bajo el positivismo, estas victorias eran imparables. Dado que la ciencia se acumula de manera gradual, su desarrollo seria como el de una represa que poco a poco se va llenando hasta que se desborda.
El neopositivismo nacido en Viena tomó como objetivo el obtener un mayor desarrolla filosófico, en torno al uso de la lógica, esto en base a la idea de “edificar una filosofía de la ciencia que fuera el sustento de una concepción científica del mundo” (Barona, 1994) sin embargo, seguía manteniendo en su base esta idea de progreso y victoria irremediable e imparable.
Autores como Popper generan críticas, como la del criterio del inductivismo como una justificación de verdad, las hipótesis científicas no se verifican nunca, solo pueden falsarse mediante experimentos críticos “realizados por pares o críticos de la misma profesión y especialidad”. Una teoría nunca se comprueba, solo se hace menos probable de ser falsa a medida que los experimentos de sus críticos fallan en refutarla. Sin embargo, la idea de progreso sigue ligada a su marco teórico en el sentido de que, la ciencia progresa a medida de que las hipótesis falsas son descartadas, y las más probables se mantienen en uso por más tiempo.
No es si no hasta Kuhn y otros autores que los historiadores de la ciencia terminan de ser estos relatores de una historia de progreso imparable, a relatores de procesos intrincados, complejos y para nada lineales. De este modo nace la historia social de la ciencia, esta perspectiva analiza a la ciencia como un proceso hecho por comunidades, que al igual que comunidades de artesanos, requieren de un adecuado proceso de iniciación, en la que los maestros con experiencia toman bajo su tutela a los jóvenes aspirantes a ser parte de la comunidad. Esto establece un primer plano social, la ciencia es ciencia desde que se haga en comunidad. Como dice Barona (1994) “al habla de ciencia -según suele ser habitual entre los sociólogos – a las actividades científicas desarrolladas por quienes cultivan la ciencia, entonces pasa a primer plano su inserción social, la institucionalización de su trabajo, o el uso social de sus productos.
En respuesta a autores positivistas como Collingwood, de intentar parcelar la historia de las ciencias a una historia de las ideas, negándose a los eventos históricos Henr Berr plantea que el objetivo de todo estudio histórico debe ser el de integrar el conjunto de actividades humanas que se desarrollan en el seno de una sociedad. De esta manera se introduce en termino de historia total el cual en cierta medida es similar al de la historia sociológica, en el sentido de que la historia de la ciencia debe ser hecha por un sistema interdisciplinar y no por los mismos científicos una vez se han retirado.
Sin embargo a pesar de que estas nuevas tendencias en la historia de la ciencia intentan rebatir el concepto del positivismo, es casi imposible desligarse de la idea de progreso y su linealidad, por ejemplo en el modo en que estructuramos y organizamos el discurso histórico. PRINCIPAL REGRESAR