Enmudecer para sobrevivir a un trauma, esa reacción de la psique humana que nos deja sin habla, en un falso intento de hacer recular el tiempo para que el horror no hubiera sucedido, en un falso intento de olvidar...
Y, sin embargo, sabemos que solo hablar sobre la experiencia traumática nos ofrece una posibilidad de cierta liberación.
Esta es, en esencia, la situación emocional que define al personaje principal de este relato biográfico novelado que su autor nos ofrece ahora prosiguiendo los que ya iniciara hace más de veinte años para narrar su vida: Une enfance laconique (Ed. P.O.L.,1998), Le premier amour (Ed. P.O.L., 2004) y Le première défait e (Ed. P.O.L., 2012).
Santiago H. Amigorena (Buenos Aires, 1962), cineasta y escritor trasladado a Francia a los once años se rescata con esta novela a sí mismo del mutismo en que su abuelo Vicente se sumió y que dejó en herencia a toda su familia.
El autor sabe lo que pesa el silencio sobre el alma humana, lo sabe porque lo sufre y es consciente de que para poder "olvidar" (es un decir, porque un trauma nunca se olvida), para poder al menos descargarse, debe contarlo, debe escribirlo. "Hace veinticinco años empecé a escribir un libro para combatir el silencio que me ahoga desde que nací", reza la breve introducción que habla del nacimiento de su obra anterior. Así es como Amigorena aborda la reconstrucción de la vida de Vicente Rosenberg, su abuelo materno, de ascendencia judía, nacido en Polonia, que a los treinta y ocho años emigró a Buenos Aires buscando la libertad y la independencia familiar y dejando atrás a su madre y dos hermanos.
Si bien la novela arranca en septiembre de 1940, cuando comienza a gestarse el enmudecimiento para el protagonista, la voz narradora omnisciente (en este caso identificada con el autor) vuelve la mirada hacia atrás para reconstruir la historia a partir del momento en que el abuelo llega a Argentina, en abril de 1928.
Él, que abandonó el hogar familiar en un intento juvenil de dejar atrás la opresión materna, se distancia de su familia sin corresponder a las frecuentes cartas que su madre le envía desde Polonia. Y, si bien el año de su partida no permitía intuir los terribles acontecimientos que muy pronto asolarían Europa, este hecho será decisivo para que en Vicente empiece a gestarse un profundo sentimiento de culpa que ya no le abandonará.
En este recorrido biográfico y con la ayuda de las dos perspectivas que incorpora la narración, la de Vicente alejado de Europa en aquellos años convulsos y la del narrador omnisciente que conoce los acontecimientos históricos posteriores, la novela da cuenta de hitos esenciales en relación con los hechos. Así sabremos de la desinformación en la que vivía el mundo respecto a los horrores desencadenados por el nacionalsocialismo (muy poca información trascendió a la prensa y solo al final de la guerra se publicó la existencia de los campos de exterminio y las cámaras de gas), de la evolución progresiva que sufrió el plan de aislamiento en guetos, de la insurrección del gueto de Varsovia y del exterminio de los judíos europeos, de cómo fue cuajando, en sus diversas fases, la llamada solución final, de cómo se crea la conciencia de identidad...
Asimismo se nos avanzan (porque se dice de una información sobre los horrores en un diario antes del final de la guerra y cuando el protagonista da cuenta de su sentimiento) dos de los leitmotiv de la literatura sobre el genocidio nazi escrita por supervivientes: la incredulidad y la culpa por haber sobrevivido, y se informa y reflexiona sobre los diversos intentos de nombrar lo innombrable, aquel horror: Holocausto, genocidio, Hurbana o Shoah.
La culpa en que se debate Vicente Rosenberg es la protagonista principal de la novela, que va corroyendo su alma desde el momento en que comienza a intuir, por las cartas que recibe de su madre y después por la total ausencia de ellas y alguna que otra información, lo que pueda estarle sucediendo a su familia. El proceso de desmoronamiento personal del protagonista acaba por sumirlo en un estado del que probablemente nunca se recuperó; más tarde Vicente supo que su madre había sido deportada a Treblinka II, uno de los campos de exterminio más "eficaces". También supo que su hermano y su mujer acabaron en el gueto y el hijo de estos, de cinco años, deportado a Auschwitz.
El último capítulo, a modo de conclusión, ya no lo narra una voz omnisciente, sino una primera persona, directamente el autor del libro, que da cuenta de la muerte de los abuelos, de la necesidad de su escritura y de los beneficios de esta.
Cierra el libro una Nota del traductor, Martín Caparrós Rosenberg, primo del autor, quien a su vez, escribió la historia desde su punto de vista, Los abuelos.
La novela también ha visto la luz en catalán (Edicions 62). De Santiago H. Amigorena se ha publicado también en España Aquellos días que no olvidaré (Ed. Funambulista, 2015).
Santiago H. Amigorena
El gueto interiorTraducción de Martín Caparrós
Penguin Random House, 2020, 156 pp.
Anna Rossell