[Ricardo Portmán] @ecosdelviniloNo es una casualidad que exista en la cronología de Enrique Bunbury un Tiempo de las Cerezas, ubicado estratégicamente, en el callejón entre El Viaje A Ninguna Parte y Hellville Deluxe. Mientras el primero fue el canto de cisne del período freak/circense y el segundo el retorno al rock n’ roll decibélico, en el centro quedó un brebaje pacificador que se manejó a cuatro manos entre Nacho Vegas y el maño itinerante. Este doble disco fue el heredero natural del fallido proyecto Bushido. Carlos Ann fue el último punto de conexión con las sesiones de Riudoms, y con su partida y la llegada de Vegas se inició ese tiempo que nunca llega en noviembre. Más allá de la gran calidad de la mayoría de las composiciones de ambos autores, es en el corte titular donde podemos vislumbrar ese Bunbury que se redescubrió en Cambrils en los días de Pequeño. El Tiempo De Las Cerezas es un cántico sentido, desnudo en su concepción y profundo en su lírica. Es un Enrique que deja sobre la mesa sus armas y enfila el verso hacia sí mismo de una manera fascinante: es el gato que siempre que cae lo hace de pie, ya sea sobre un escenario ibérico o una plaza habanera. Las heridas alimentan la hoguera y Bunbury ha sabido mantener vigentes sus formas alternativas de huir y reencontrarse. Diez años después, El Tiempo de las Cerezas sigue siendo una doctrina increíble.
Revista Cultura y Ocio
Una reflexión para El Tiempo De Las Cerezas
[Ricardo Portmán] @ecosdelviniloNo es una casualidad que exista en la cronología de Enrique Bunbury un Tiempo de las Cerezas, ubicado estratégicamente, en el callejón entre El Viaje A Ninguna Parte y Hellville Deluxe. Mientras el primero fue el canto de cisne del período freak/circense y el segundo el retorno al rock n’ roll decibélico, en el centro quedó un brebaje pacificador que se manejó a cuatro manos entre Nacho Vegas y el maño itinerante. Este doble disco fue el heredero natural del fallido proyecto Bushido. Carlos Ann fue el último punto de conexión con las sesiones de Riudoms, y con su partida y la llegada de Vegas se inició ese tiempo que nunca llega en noviembre. Más allá de la gran calidad de la mayoría de las composiciones de ambos autores, es en el corte titular donde podemos vislumbrar ese Bunbury que se redescubrió en Cambrils en los días de Pequeño. El Tiempo De Las Cerezas es un cántico sentido, desnudo en su concepción y profundo en su lírica. Es un Enrique que deja sobre la mesa sus armas y enfila el verso hacia sí mismo de una manera fascinante: es el gato que siempre que cae lo hace de pie, ya sea sobre un escenario ibérico o una plaza habanera. Las heridas alimentan la hoguera y Bunbury ha sabido mantener vigentes sus formas alternativas de huir y reencontrarse. Diez años después, El Tiempo de las Cerezas sigue siendo una doctrina increíble.
[Ricardo Portmán] @ecosdelviniloNo es una casualidad que exista en la cronología de Enrique Bunbury un Tiempo de las Cerezas, ubicado estratégicamente, en el callejón entre El Viaje A Ninguna Parte y Hellville Deluxe. Mientras el primero fue el canto de cisne del período freak/circense y el segundo el retorno al rock n’ roll decibélico, en el centro quedó un brebaje pacificador que se manejó a cuatro manos entre Nacho Vegas y el maño itinerante. Este doble disco fue el heredero natural del fallido proyecto Bushido. Carlos Ann fue el último punto de conexión con las sesiones de Riudoms, y con su partida y la llegada de Vegas se inició ese tiempo que nunca llega en noviembre. Más allá de la gran calidad de la mayoría de las composiciones de ambos autores, es en el corte titular donde podemos vislumbrar ese Bunbury que se redescubrió en Cambrils en los días de Pequeño. El Tiempo De Las Cerezas es un cántico sentido, desnudo en su concepción y profundo en su lírica. Es un Enrique que deja sobre la mesa sus armas y enfila el verso hacia sí mismo de una manera fascinante: es el gato que siempre que cae lo hace de pie, ya sea sobre un escenario ibérico o una plaza habanera. Las heridas alimentan la hoguera y Bunbury ha sabido mantener vigentes sus formas alternativas de huir y reencontrarse. Diez años después, El Tiempo de las Cerezas sigue siendo una doctrina increíble.