Revista Opinión

Ensayo general

Publicado el 07 diciembre 2012 por Carmentxu

Confundir los deseos con la realidad es un signo de enfermedad mental, pero expresarlo en alto, sobre todo alentado por la presencia de micrófonos, es normalizar la anomalía y hacer partícipe al destinatario del mensaje. No sé si Rajoy se cree o no sus propias palabras, tampoco sé si va o viene, si sube o baja. Sea como sea, asistimos a la indefinición de lo real y el encumbramiento de la hipótesis y de la mentira como promesa y verdad universal. Se espera así que el hechizo se cumpla solo con pronunciar las palabras, como en un sortilegio. Así, si afirmamos que en 2014 empezará la recuperación y que 2013 será mejor que este, se cumplirá. Al menos eso cree Mariano. Me recuerda a los videntes que cada año por estas fechas anuncian el número gordo de Navidad. Tienen poco que perder: no se espera gran cosa de ellos y si no aciertan, se dará por hecho que era mentira. Pero si dan con el Gordo, se harán de oro el resto de sus días. Lástima que no sea suficiente con los buenos deseos. Bajo el disfraz de realidad pueden ser más peligrosos que afrontar la situación. Negar el problema no hace otra cosa que agravarlo al impedir tomar cartas en el asunto y revertir las acciones que lo están provocando. Así es imposible rectificar, pedir perdón o dimitir. Por eso nadie lo hace.

Estos días estoy haciendo un experimento: una especie de ensayo general de mi futura vida como desempleada de larga duración. Un simulacro que, como todos, enciende las alarmas de forma irreal, un autoengaño y un juego macabro.
El primer día se concentró en limpiar y ordenar para que, por inercia, se limpie y ordene mi mente y así, sin ácaros ni pelusas errantes que desconcentren mi atención, pensar claro y limpiar también la mente de miedos. Qué digo miedos, pánicos.
Tampoco faltó el cine ni la lectura en este primer día de simulacro, pero, como ya digo, fue un ensayo general. No acabé de meterme en el papel porque no confundo los deseos con la realidad. Por eso en mi futura vida nunca perdería tanto el tiempo como lo hice ayer: demasiado cine anodino especialmente programado para un festivo en que se celebraba el 34 aniversario de una Constitución también de ensayo general, que todavía no ha sido real, otra película que ya he visto.

Díaz-Ferran+Bruja-Averías
Me quedé dormida un rato a última hora de la tarde, algo impensable en situación de alerta real al otro lado de la puerta de casa, allí fuera, en el mercado laboral donde hace tanto frío. Concentraré mi tiempo -pensé- en hacer a conciencia mi próxima declaración de la renta ya que hace muchísimos años que no le debo dedicar el tiempo suficiente (siempre me sale a pagar) y no como al ex presidente de esos empresarios que flaco favor le hacen a nada ni a nadie que no sea a sí mismos. A él le salió a vomitar. Perdón, a devolver. Y se la devolvieron, pese a su sospechoso parecido con la bruja Averías: “¡Viva el mal, viva el capital! ¡Viva la economía, sobre todo la mía!”.


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