Revista Insólito

Ensayo sobre la ducha

Publicado el 07 marzo 2013 por Molinos @molinos1282

ENSAYO SOBRE LA DUCHA.Esta mañana, mientras luchaba contra el superpoder que recientemente estoy perfeccionando y que consiste en que soy capaz de dormirme en la ducha de pie, he empezado a pensar un tema para escribir y ahí estaba resbalando y cayendo por mi pelo mientras me dormía: ¡¡la ducha!!
Un gran tema.
Hay miles de duchas, miles de formas y tamaños. En la parte más cutre de las duchas estaría esa que aparece en las pelis del oeste y en las del Vietnam en las que cae agua de una regadera en una especie de cubículo de madera por debajo del cual se ven unas piernas peludas si son tíos y unas piernas sexys si hay tías. Me fascina que en el oeste y en la guerra las tías tuvieran tiempo para depilarse. El único atractivo que tiene esta ducha es que te permite cultivar tu lado supuestamente sexy y exhibicionista y pensar que la gente que está esperando que acabes de ducharte te encuentra atractivo/a. Con ese pensamiento idiota lo mismo se te olvida que solo hay agua fría.
El siguiente paso es el microplato de ducha con cortina que da toda la vuelta o media y que misteriosamente siempre está colgada o demasiado alta y no llega al suelo o demasiado baja convirtiéndose en una especie de trapo de cocina empapado que se pega al cuerpo. Ducharse aquí es una tortura absoluta y uno solo lo hace por necesidad, porque está asqueroso, porque tiene mucha resaca, porque alguien le obliga o porque es la casa de su abuela en un pueblo. Normalmente en estas duchas estás abocado a que caiga un hilo de agua de una alcachofa pequeña y que el agua salga increíblemente fría o directamente hirviendo. Mientras mueves compulsivamente el grifo para intentar encontrar una temperatura compatible con la vida, te agachas al suelo a coger el gel intentando que ninguna parte de tu cuerpo asome fuera de la cortina y lo empapes todo o pisar el trapo mojado, resbalar y encontrarte espatarrado con la cortina en una mano y dando gracias por no haberte matado. Es una ducha muy desagradable, muy frustrante y encima cuando sales dices: ¿pero de dónde ha salido toda el agua que hay en el suelo si de la ducha no salía una mierda? Si tienes el pelo largo por supuesto sales con el pelo lleno de jabón y pegado.
Un poco más allá está la ducha en bañera con cortina. Esto es una leve mejora, pero la cortina sigue perturbando mucho. Una cortina de ducha se define básicamente por dos cosas. La primera es que al dueño de la casa le parece preciosa, discreta o tremendamente divertida y original y al invitado que la ve le parece la cosa más hortera del mundo. La segunda es que no sirve para nada, o no será impermeable, o tendrá agujeros, o será demasiado corta, o demasiado larga o demasiado algo que hará que siempre salga agua fuera. Oh, casi olvido las que no dejan pasar el agua porque sencillamente la absorben toda, para siempre y entonces desarrollan moho de un precioso color verde oscuro. Un asco.
Un paso un poquito más allá en la evolución de las duchas, tenemos la ducha en bañeras con media mampara de cristal que se abre como una puerta. Un invento del demonio que jamás entenderé como consiguió extenderse. Siempre son demasiado pequeñas. Tienen su utilidad si abres el grifo y no te metes debajo, el agua cae en una trayectoria recta y no se sale. La utilidad es que en vez de ver tu ducha puedes creer que es una pecera. Así es como astutamente te la enseñan en la tienda (acabo de caer en que ésta debió ser la estrategia para extenderse dominando el mundo), cuando llegas a casa y estrenas tu flamante ducha descubres que en el momento en que te metes debajo de la alcachofa, ¡oh sorpresa! el agua rebota en ti, la flamante mampara de cristal que creías que tenías se acaba de convertir en una puerta de metacrilato para entrar en la ducha pero nada más, no sirve para nada más. El agua salpica por arriba, salpica por el borde de la puerta y además descubres que el cabrón del instalador no ha dejado hecha bien las juntas y el agua también corre por el borde de la bañera.
En el último escalón está la ducha en condiciones. Un plato de ducha grande, al que se entre andando sin tener que trepar por escalones absurdos y con una mampara que lo rodee completamente y que permita despreocuparse completamente de salpicaduras y del agua. Una ducha en la que se pueda chapotear. Por supuesto este ideal de ducha debe tener una alcachofa grande pero no absurdamente grande y un mecanismo de grifería que permita graduar la temperatura del agua y el caudal. Si se quiere ser un poco pijo y tal, no me parece mal una ducha que te permita elegir entre la opción “lluvia” y la opción “chorro” pero nada más. Estoy completamente en contra de esas duchas de hotel en las que antes de poner un pie dentro hay que buscar el manual de instrucciones porque la grifería parece el panel de control de la Estrella de la Muerte. Eso sí, luego no hay ni un sitio donde dejar el gel ni el champú porque el programador de la computadora no pensó en que además de agua ibas a necesitar jabón.
Ya tenemos la parte técnica. ¿Qué hacemos en la ducha?
El baño es un coñazo, ya conté en la prehistoria de este blog que no sé bañarme y además no me gusta. Tampoco es erótico ni sexy y el polvo en bañera es prácticamente imposible de realizar además de muy muy complejo de consumar. Si se consigue es muy posible que alguien se haya destrozado los dos meniscos y el peligro de sufrir una fractura en la barbilla es increíblemente elevado. El baño es para meterse con un libro, creerse el protagonista de una peli y salir completamente congestionado y con ganas de una ducha. Un sinsentido.
La ducha es un tema de mayores y mola muchísimo más.
Para empezar sirve para despejarte, entras con ganas de morirte del sueño o de la resaca y sales renovado...y más o menos despierto. La resaca no la cura pero mientras estás debajo empapado tienes un leve momento de mejoría y fantaseas con la idea de quedarte a vivir allí.
En la ducha se pueden hacer muchas cosas aparte de eso. Hay tíos que se afeitan mientras se duchan, hay tías que se depilan y se dan un millón de tratamientos de belleza. En la ducha se puede bailar e incluso se puede hacer el gilipollas haciendo como que cantas con la ducha en la mano. Puedes conseguir crear vaho en la mampara y escribir con el dedo chorradas…En fin...la ducha puede ser una juerga.
Por supuesto, la ducha está a años luz de la bañera en el nivel de erotismo. En una buena ducha se pueden hacer maravillas sin que nadie se destroce las rodillas ni se parta la crisma. Una buena ducha con una buena compañía, aunque creas que no te apetezca, aunque hayas madrugado mucho y pienses que estés dormido... consigue que te apetezca.
 Solo hace falta que al que programa la grifería se le haya ocurrido poner algún tipo de asidero en las paredes lisas y una superficie antideslizante en el suelo. Eso, un grifo friendly que haga caer el agua a la temperatura adecuada y con una frecuencia llamémosla “lluvia molona pero que permita respirar” y espacio suficiente y ¡alehop! Ahí está...mola tanto que hasta te despreocupas de las salpicaduras….
…esto….bueno, que a mí me mola la ducha.


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