Revista Solidaridad

Ensayo sobre la sordera

Por Pcelimendiz

Con frecuencia recibo críticas del panorama que describo sobre los Servicios Sociales y/o el Trabajo Social. Suelen acusarme de ser demasiado pesimista, de hacer diagnósticos demasiado pesados, que desaniman más que alientan. En ocasiones me dicen que no valoro las fortalezas del sistema, o las partes que están funcionando bien. Que mis análisis dejan todo demasiado cerrado, sin margen para el cambio.

 

Ensayo sobre la sorderaAdmito todas esas críticas, comentarios y acusaciones. Podría decir que en parte es culpa de Wang, pero no sería justo. Es responsabilidad mía y voy a intentar aclarar algunas cosas.
  El tono que suelo utilizar con frecuencia en el blog es premeditadamente crítico. Lo utilizo como estrategia para llamar la atención sobre las cosas que creo que hay que debatir, reflexionar o cambiar. Es una especie de “manotazo en la mesa” para generar un ruido y aprovechar el silencio posterior para la reflexión y el debate.  
También lo hago en contraposición a toda una corriente de “buenismo” que describe en muchas ocasiones el Trabajo Social y los Servicios Sociales como una especie de héroes que construyen un mundo mejor. A veces encuentro definiciones de auténtica vergüenza ajena.  Por otra parte me siento legitimado para denunciar la quiebra del sistema. Más de treinta años de ejercicio profesional (creo que comprometido), me dan una visión suficientemente real de los límites del sistema y de sus múltiples carencias en la protección social. Sin este compromiso, con el cual asumo también mi parte de responsabilidad en el problema, no me atrevería a plantear la crítica en los términos que la hago.
Reflexiono sobre todo esto al hilo del informe que el relator de la ONU sobre extrema pobreza y derechos humanos, Philip Alston, ha realizado tras su visita a nuestro país, informe en el que parece que critica el sistema de protección social en España, calificándolo como “roto” y denuncia la desigualdad en nuestro país, acusando a la clase política de “fallar” a los más vulnerables. Os dejo un enlace a una estupenda entrada de nuestra compañera Belén Navarro al respecto.
 Digo “parece” porque no he leído el informe. No me hace falta. Hace muchos años que venimos señalando y denunciando la ruptura del sistema de protección social en nuestro país. Hace muchos años que me leo los informes de la Fundación FOESSA o los de Cáritas, donde por ejemplo hace más de veinte años que alertaban de la presencia de ocho (¡ocho!) millones de pobres en nuestro país. También los informes de la EAPN-ES (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español), alertando de lo mismo. O incluso los de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales de España señalando las carencias en la protección social de diversos colectivos (dependientes, familias en crisis, personas sin hogar…) 
Y en línea con mi estilo en el blog, os puedo decir desde ya que el informe de este relator no va servir para nada. Como de nada han servido los anteriores informes que he nombrado. 
La principal característica de la clase política en nuestro país es su sordera y una absoluta impermeabilidad para solucionar los problemas de los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad.  Tal vez un poco de maquillaje. Medidas más efectistas que efectivas. Es todo lo que podemos esperar. Las razones del fracaso de la política en estos asuntos son variadas y complejas. Yo pienso que muchas de ellas se anclan en nuestra cultura. Constituimos una sociedad que, en el fondo, piensa que el pobre es pobre porque quiere, porque se lo merece o porque ha hecho algo mal. Y de ese pensamiento está imbuida toda la administración y, naturalmente, la clase política que la dirige.  
Por ello no hay políticas valientes y contundentes de lucha contra la pobreza o de protección a los sectores vulnerables. En el fondo pensamos que no se lo merecen.
Combinemos todo esto con la ideología neoliberal que todo lo envuelve y el pensamiento cada vez más arraigado de que el individuo todo lo puede y que cada cual debe “sacarse sus propias castañas del fuego”.
Razones más que suficientes como para pensar que, cuando venga el próximo relator de la ONU a analizar nuestro país, tal vez dentro de diez o veinte años, emitirá un nuevo informe cuyo diagnóstico seguirá siendo el mismo: la protección social en nuestro país está rota, ni se la vé, ni se la espera.
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